A 10 años del doble crimen de Cumbres
Daniel de la Fuente
Monterrey, México (02 marzo 2016) .-00:00 hrs
No ha habido hasta ahora otro asesinato que haya despertado tanto interés como el que cometió Diego Santoy Riveroll un día como hoy, pero del 2006.
Entonces de 21 años y estudiante de la FIME, el asesino se introdujo la madrugada de ese día a la casa de su ex novia Érika Peña Coss y León, de 18, situada en Monte Casino 2909, en la Colonia Cumbres Tercer Sector.
La pareja, quien sostuvo su relación por dos años, había roto a fines del 2005 debido a los celos enfermizos del joven.
Él insistió durante el 2006 en volver, en vano.
Incluso se vieron el 14 de febrero de ese año, pero la joven le reiteró su negativa.
A partir de ahí, afirman, Diego comenzaría a planear su asalto a aquella casa en Cumbres.
Encapuchado con un pasamontañas, guantes y cinta canela en el calzado para no dejar huellas, Diego hirió a Érika con un cuchillo en el cuello, pecho y espalda, además de golpearla con un martillo en la mano y la cabeza.
Antes, asesinó a los hermanos de la estudiante de la FACPYA: a Érik Azur, de 7 años, lo mató con el mismo cuchillo, y a María Fernanda, de 3 años, la estranguló con el cordón de una persiana.
Creyéndolos muertos a todos, Diego se llevó en la cajuela del coche de los Peña Coss a la empleada doméstica Catalina Bautista Juárez, a quien tuvo por horas sometida en un baño de la casa.
Sin embargo, recibió la llamada de la hermana mayor de las víctimas, Azura, quien le reveló que Érika, aún con vida, le confesó que él la había agredido.
Según testimonios y pruebas periciales, la joven no se percató de los crímenes porque estaba en su habitación, ubicada en un tercer piso, y tenía puestos audífonos.
Al verse descubierto, Diego dejó en libertad a la sirvienta y emprendió una huida de cuatro días por el país que terminó en Oaxaca, donde fue detenido junto a su hermano Mauricio, de 23 años, quien le iba a ayudar a llegar a Guatemala.
El crimen y las intrigas
La historia, confesada por el asesino, habría concluido de no ser porque entró en su defensa la abogada de gente relacionada con el narcotráfico Silvia Raquenel Villanueva, quien tras sobrevivir a cuatro atentados en 11 años sería asesinada en la Pulga Río el 9 de agosto del 2009.
Asesorada por ella, Diego cambió su versión y dijo que Érika le pidió y ayudó a asesinar a los menores.
Alejandro Garza y Garza, entonces director de Averiguaciones Previas, dijo que esta estrategia enredó las cosas y alentó la invención de dimes y diretes sensacionalistas, lo que llevó incluso a formar clubes de fans de Diego.
"Hay que recordar el modo de actuar de la defensa (Raquenel), siempre polémica", cuenta.
"En asuntos de índole federal actuaba de igual manera: sembraba pruebas, sembraba intrigas. Era su forma de operar".
En aquellos días el Subprocurador del Estado, Aldo Fasci, recuerda que el caso se hizo mediático, por lo que las entrevistas a la familia afectada en vez de ayudarles, les afectaron.
Los padres de Érika, Azura y los niños asesinados son los astrólogos Tere Coss y Gonzalo Peña.
"Le preguntaban los reporteros a Tere Coss: '¿Cómo puedes estar tan tranquila?', cuando lo que estaba sufriendo era un shock, un trauma terrible", cuenta Fasci.
Ángel Mario García, Juez Primero de lo Penal en Monterrey, cuenta que hasta lo llamaron del programa La Oreja, de Juan José Origel, para intentar entrevistarle sobre el crimen.
"La historia tomó un tono de novela de televisión", recuerda el hoy Magistrado de la Undécima Sala Penal.
"Cuando Raquenel dijo: 'hay una verdadera historia detrás de esto, pero voy a esperar a que sea el propio Diego el que la revele', era lo que mucha gente quería oír: otra historia.
No se podía aceptar que un joven de 21 años, de clase media, con preparación académica, fuera capaz de eso".
García menciona que incluso la declaración preparatoria de Diego, que duró horas, fue transmitida en vivo por televisoras.
"No son cosas normales", asegura.
El crimen perfecto que no fue
Los tres aseguran que no les queda duda de la culpabilidad de Diego, así como de su total responsabilidad.
García dice conocer el expediente con lujo de detalles.
"Él (Diego) se confió en que iba a ser el crimen perfecto, no fue así", afirma el hoy Magistrado, quien agrega que Diego reúne características de asesino en serie: manipulador, de actitud tímida y hasta atractivo para ciertas mujeres.
Fasci habla de cómo en aquellos días una parte de la sociedad mostró su peor rostro, crédula de versiones estridentes e incluso contradictorias frente a las pruebas contundentes, por lo que se condenó a la familia afectada.
"Nos sorprendía que se enjuiciara sin pruebas, pero nuestra función era hallar al culpable y puedo decir que por primera vez se aplicó todo el carácter científico de la investigación: participaron muchas personas, vino gente del FBI, del Consulado, Periciales de la PGR, un montón de investigadores. Hicimos que cada quien se hiciera responsable de una parte".
EL NORTE solicitó entrevista con el actual Procurador Roberto Flores, entonces abogado de la familia Peña Coss, pero declinó la solicitud.
Santoy fue sentenciado a 138 años, pero se redujo su pena a 71 años. No puede estar más de 40 y ya lleva 10: saldrá cuando tenga 61 años.
Su hermano, quien lo iba a ayudar a escapar, y un amigo de nombre Humberto Leal, quien lo llevó al sitio del crimen y que posteriormente le prestó ropa tras sus crímenes, están libres.
El asesino se casó en el Cereso de Cadereyta y tiene un hijo.
No se sabe mucho de la familia.
Los Peña Coss rehicieron su vida lejos de la Ciudad que nunca los respaldó del todo.
Érika, lejos, se casó en el 2014.
Al respecto, reflexiona García:
"Esta familia fue doblemente victimizada: por un lado, por los brutales homicidios y el intento de matar a Érika, y por si fuera poco fue estigmatizada socialmente y no hubo sanción: aquí se permite que el procesado pueda decir las mentiras que quiera".
Las historias de este tipo, sin embargo, siguen girando: ayer fue detenido César Alejandro de León Delgado, acusado de asesinar de un disparo en la frente a su ex novia Perla Rebeca Alvarado Tovar en su casa de Cumbres San Agustín.
Él tiene 19 y ella tenía 14 años.
El nuevo milenio inició en Monterrey con crímenes horrendos: en el 2006, el de Santoy, pero más atrás, en enero del 2002, el protagonizado por Julio Castrillón, de 16 años, quien mató en su habitación a su vecina Ana Nazar Campos, de 13 años, cuyo cuerpo semienterró en el jardín de su casa en la Colonia San Jemo.
Los crímenes están presentes a lo largo del tiempo, asegura García, hoy Magistrado, quien recuerda que, días antes del crimen de Santoy, dos hermanos: Norma Alicia y Sergio Zamudio Elizondo, de 20 y 19 años, asesinaron de 113 puñaladas a su abuela materna para robarle y comprar cocaína en piedra.
"Ese crimen me sorprendió mucho, pero llegó lo de Santoy y lo tapó".
Fasci afirma que pareciera que la tragedia desatada por Santoy fue un preámbulo de los años violentos en la Entidad.
"Creo que fue un aviso de cómo nos íbamos a comportar luego con el crimen organizado: shockeados, inmóviles, aterrorizados, sin poder hablar".
De la misma manera cómo se veía la familia Peña Coss en medio de su desgracia.
"Así estaba la familia de esos niños (los Peña Coss) cuando los mataron", agrega.
"Pero todo mundo criticó".
Dos crímenes dobles
Una extraña curiosidad en la historia de Santoy es que está ligada con el crimen que le arrebató la inocencia a Monterrey, el crimen de la Calle Aramberri, efectuado el 5 de abril de 1933.
Entonces, un hombre encontró los cuerpos degollados de su esposa e hija en su casa de Aramberri 1026, hoy abandonada.
La historia fue llevada a la novela por el escritor Hugo Valdés.
Un personaje importante en la novela es José Manuel Plowells, reportero de El Porvenir, quien siguió de cabo a rabo la historia, incluso logrando avances importantes en la investigación por encima de la policía.
Ese hombre es el bisabuelo de Diego.
Previo a la consignación de su hijo por el doble crimen en el 2006, José Manuel Santoy Plowells, habló sobre su abuelo.
"Tengo vagos recuerdos de él", explicó Santoy padre en un café del poniente de la Ciudad.
"Lo tengo presente como un hombre de personalidad imponente, breve en sus respuestas, muy firme en su manera de ser. Y sí, entiendo que fue un reportero importante.
"Mamá (hija de Plowells) decía que en su tiempo los reporteros hacían de todo y él se podía involucrar mucho en la investigación".
El hombre afirmó que Diego habrá leído la novela de Valdés cuando aquel tenía 17 años.
A través de una carta, Diego habló sobre su abuelo, el libro y aquel acontecimiento que, sin embargo, fue tan horrendo como el que él mismo protagonizó.
"En realidad él (José Manuel Plowells) viene siendo o más bien fue mi bisabuelo, y la verdad es que no sé mucho de su vida. Sólo sé que fue un reportero y que tiene un par de calles con su nombre.
Participó en la investigación de un crimen que sucedió en el centro de Monterrey hace muchos años".
- ¿Qué opinión tienes de la novela en la que él es un personaje?, se le preguntó entonces.
"La novela relata un acontecimiento atroz, que por su naturaleza escandalizó e impactó de una manera muy profunda a los habitantes de esta ciudad", explica como si de su propia historia se tratara.
"Fue un crimen sin precedente, fuera de época. Algo que se sigue comentando hasta estos días".
Como si hablara de su propia historia, que cumple sus primeros 10 años.