OPINIÓN

¡A desatar el nudo!

LA OTRA HISTORIA DE MÉXICO / Catón EN EL NORTE

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El 24 de agosto de cada año se celebra la fiesta de San Bartolomé, apóstol escogido por el Señor por su jovial carácter, su permanente alegría y su afabilidad. Según la tradición San Bartolomé evangelizó Armenia y la India, y ahí sufrió martirio crudelísimo: sus verdugos lo ataron al tronco de un árbol y luego lo desollaron lentamente hasta dejarlo en carne viva. La medioeval "Legenda Aurea" de Santiago Vorágine y la "Iconografía de los Santos" que escribió don Juan Fernando Roig, hagiógrafo supereminente, nos presentan a San Bartolomé con expresión entre arrobada y compungida sosteniendo en el brazo derecho lo que parece un manto. Pero no es un manto: es la propia piel del mártir, que él muestra como preciada gala de segura santidad. Por eso, por haber sido desollado, es San Bartolomé el santo patrono de los curtidores, y recibe muy especial veneración en la ciudad de León, famosa por sus curtidurías. Cargando con su piel nos recuerda San Bartolomé a aquel otro pío varón de que hablaba el travieso, irónico Anatole France, que cada año, en el aniversario de su martirio por decapitación, se aparecía "con su cabeza bajo el brazo, y de trecho en trecho se detenía para besarla".