Don Acisclo les contó a sus amigos: "Mi esposa no había podido encargar familia, pero ya está esperando, gracias al Señor". Preguntó uno: "¿A cuál señor?"... Empédocles, Astatrasio y Briagoberto bebían en la cantina. Pidió Empédocles: "A mí dame un mezcal y a éste sírvele un tequila. Al que está tirado en el suelo no le sirvas nada: él es el que va a manejar"... El juez de los divorcios le indicó a la mujer: "Los hijos pasarán la mitad del tiempo con usted y la otra mitad con su ex marido". "¡Eso no es justo! -protestó la señora-. ¡Ninguno de los cuatro es de él!"... Mi esposa y yo acabamos de restaurar una casona antigua en el más tradicional barrio de Saltillo: el Ojo de Agua. Hicimos poner en ella un mural de azulejos con los nombres de ilustres saltillenses nacidos en sus calles. Entre ellos está el de don Perfecto Delgado, hombre con plácida gordura de canónigo, panadero de oficio y militante fidelísimo del PRI cuando el PRI era todavía el PRI. Solía decir él: "Soy una contradicción viviente: ni soy perfecto ni soy delgado, y aunque pertenezco al PRI vivo del pan". Orador popular, en cierta ocasión estaba haciendo la presentación del candidato a alcalde: "Es hombre honrado -decía-. Muy pocas veces ha sido acusado de robar". En eso alguien le entregó una tarjetita. Sucedió que un día antes el dicho candidato, eufórico por haber logrado la candidatura, se puso, como dicen, hasta el gorro en el Jockey Club, cantina de gran fama. En estado nada estable salió de la taberna a la hora en que la banda municipal tocaba las primeras notas de la serenata de los jueves en la Plaza de Armas. El candidato, trepado ya en la cumbre del poder, le ordenó al director del conjunto que lo siguiera con sus músicos, y a los acordes del corrido de Rosita Alvírez se metió con ellos al recinto de mayor timbre y nota en la ciudad: el Casino. Eso escandalizó a los ricos de Saltillo, que ipso facto formaron una comisión a fin de presentar su queja ante el gobernador. De inmediato el señor ordenó la remoción del candidato -ni el Papa podía en aquel tiempo con los ricos de Saltillo-, y fue entonces cuando don Perfecto Delgado recibió en medio de su peroración la tarjeta en que se le avisaba que Fulano ya no era el candidato: ahora era Mengano. Sin turbarse el orador dijo a la concurrencia: "¿Ya ven ustedes lo bueno que es este candidato? ¡Pos tenemos otro mejor!". Y así diciendo procedió a hacer el elogio del recién nombrado. La renuncia de Carlos Urzúa como secretario de Hacienda sorprendió y no sorprendió. Sorprendió por lo inesperado, y no sorprendió por lo mismo que con sobra de razón expuso el renunciante en su carta al Presidente: "En esta administración se han tomado decisiones de política pública sin el suficiente sustento...". Igual ha sucedido en otros ámbitos gubernamentales; por eso ha habido ya otras renuncias a más de las que muy posiblemente seguirán si la dignidad personal se impone sobre el afán de estar cerca del poder. Bien pronto López Obrador anunció al nuevo secretario, cuyo elogio hizo al hacer el nombramiento. Casi dijo lo mismo que don Perfecto dijo: "¿Ya ven lo bueno que era el que se fue? ¡Pos tenemos otro mejor!". El régimen de López Obrador va de tumbo en tumbo por un camino incierto, ante una ciudadanía preocupada por el futuro del país. Pero él tiene otros datos... En pleno invierno Babalucas le anunció a su esposa: "Voy a vender helados y paletas". Ella se asombró: "¿Con este frío?". Replicó el badulaque: "Me pondré suéter"... Llegó el recién casado y su mujercita le preguntó: "¿Cenamos o lo otro?". "Lo otro -respondió el muchacho-. Pero después cenamos, ¿eh?"... FIN.
Armando Fuentes Aguirre, "Catón". Nació y vive en Saltillo, Coahuila. Licenciado en Derecho; licenciado en Letras Españolas. Maestro universitario; humorista y humanista. Sus artículos periodísticos se leen en más de un centenar de publicaciones en el País y en el extranjero. Dicta conferencias sobre temas de política, historia y filosofía. Desde 1978 es cronista de la Ciudad de Saltillo. Su mayor orgullo es ser padre de cuatro hijos y abuelo de 13 nietos.