OPINIÓN

Dos orígenes

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES / Catón EN EL NORTE

3 MIN 30 SEG

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"¿Y yo qué? ¿Acaso estoy cogiendo, o deleitándome en un baño?". Tal podría ser, en su expresión más cercana a la verdad, la frase que le habría dicho Cuauhtémoc a Tetlepanquétzal, su compañero de tormento, quien se quejó por el dolor de la tortura. Lo de "coger" fue sustituido por la voz "deleite" ("¿Acaso estoy en un deleite o baño?"), y para que los escolares no fueran a preguntar qué deleite era ése la frase se expurgó todavía más y pasó a decir: "¿Acaso estoy en un lecho de rosas?". Lo del baño aludía al placer que de las abluciones diarias derivaban nuestros antepasados aborígenes, limpios, pulcros, a diferencia de los españoles, no muy amigos del agua. Lo peor de todo es que la rehuían por motivos religiosos: los árabes se bañaban dos y hasta tres veces diarias, y ellos veían en esa costumbre algo propio de los enemigos de la fe. Evitaban entonces el baño para no asemejarse a los infieles. Los conquistadores se enorgullecían porque a su paso los indígenas los sahumaban con copal. Pensaban que los veían como a dioses, y los incensaban. No había tal. El sahumerio era para disipar el ingrato tufo que a su paso despedían los hombres de Cortés, quienes eran así aromatizados, sobre todo si iban a estar en la presencia del tlatoani o emperador. A un fin similar ha servido el famoso botafumeiro en la catedral de Santiago de Compostela. Cierto amigo mío decía que no funcionaba con una mujer que oliera mal. Acotaba otro: "Y desde hace 40 años no le ha tocado ni una mujer limpia". Pero no hablemos más de estos efluvios. Vayamos a terrenos de mayor prestancia. Hay quienes han mostrado extrañeza por el hecho de que Ramón López Velarde, calificado por muchos de poeta católico, no haya mencionado a la Virgen de Guadalupe, símbolo entre los más emblemáticos de México, en su máximo poema, La Suave Patria. Yo pienso que sí la mencionó, aunque en la forma sesgada que exigían tanto la naturaleza civil del poema como el ambiente anticatólico del tiempo en que lo escribió. Al dirigirse a Cuauhtémoc dice el poeta de Jerez: "Anacrónicamente, absurdamente, / a tu nopal inclínase el rosal". En mi interpretación, el rosal sería la Virgen, quien se inclinaría para hablarle a Juan Diego, representado por el símbolo mexicano del nopal. Lo de "anacrónicamente, absurdamente" haría alusión a la época del año en que las rosas florecieron en el cerro del Tepeyac, tiempo anacrónico en que por el frío era absurdo que brotaran flores en aquel erial. Me propongo pedirle a Carlos Eduardo Díaz su opinión acerca de esta desmañada exégesis. Él, a más de poseer una calidad humana extraordinaria, es un sabio conocedor de todo lo relacionado con la Virgen del Tepeyac. Escribió un bello libro, al mismo tiempo instructivo y ameno, cuyo título es "Guadalupe, la Virgen florida". En él explica, al margen de toda implicación religiosa, los numerosos signos que los antiguos mexicanos vieron -y leyeron- en la imagen y los ropajes de la guadalupana. Radio Concierto, la emisora de mi familia, hizo como parte de su labor cultural una edición de la preciosa obra de Carlos Eduardo, y nuestros oyentes la agotaron en menos de una semana. Todo esto viene a cuento por la conmemoración del quinto centenario de la muerte de Cuauhtémoc. Así como lo Cortés no quita lo Cuauhtémoc, lo Cuauhtémoc no debería quitar lo Cortés. De dos orígenes venimos. Renegar de uno de ellos es hacer como el que niega a su padre o a su madre. Por encima de cualquier sectarismo o deformación histórica aprendamos a amar lo mismo nuestra raíz indígena que la "sangre de Hispania fecunda" -lo dijo Darío- que por nuestras venas corre... FIN.