OPINIÓN

Ebrios y flojos

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES / Catón EN EL NORTE

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El lenguaje es como un árbol. Manido es ese símil, tan sobado que ya se ha vuelto copia de sí mismo. Mejor sería decir que el árbol es como un lenguaje. Sucede que palabras que alguna vez se usaron mucho, por ejemplo "corsé", "polainas", "leontina" o "polisón" han desaparecido, en tanto que otras como "chatear", que aquí está lejos de significar lo que en España, beber chatos, irrumpen en el habla cotidiana. Junto con el artilugio cayó en desuso la palabra que le daba nombre: bacinica, llamada púdicamente por mis tías borcelana, taza de noche, perica, necesaria, miravisiones o tibor. Ahora dirijo mis pasos al Potrero, o más bien el rodar de mi vehículo, pues el rancho está lejos de la ciudad, afortunadamente, y para ir a pie hasta él -muchas veces lo hice- necesitaría volver a mis 20 años, cosa imposible, también afortunadamente. En esa comunidad se oyen vocablos que es necesario descifrar a la luz de lo traído "del otro lado" por quienes fueron un tiempo a trabajar allá. Está, desde luego, la palabra "troca", que es un camión de carga, truck. Tenemos "yoga", un recipiente para llevar líquidos. Su nombre deriva de jug, que en inglés significa algo así como jarra. "Licenciado: con su permiso aquí le traigo a regalar una yoguita de mezcal de la Laguna de Sánchez". "Muchas gracias, don Candelo. Me tomaré una copa a su salud. Llévese usted esta bolsa de pan de pulque de Saltillo. Y, por favor, preséntele mis respetos a su señora esposa". "Le daré sus recuerdos". Ésas son buenas maneras, no chingaderas, si me es permitida una expresión urbana. Otra palabra se usa en el Potrero: "sorcho", soldado, que creo viene de serge, abreviatura de sergeant, sargento. A su vez los vecinos del norte usan palabras nuestras como corral o pronto, y otras que han adaptado del español: lariat, por reata, o sea el lazo, y mustang, por mesteño, caballo salvaje, libre, montaraz, sin dueño. Pero veo que por perderme en habladurías me he olvidado de orientar a la República. Diré que los seguidores de AMLO se vieron obligados velis nolis, o sea a querer o no, a fortiori, a huevo, a aplaudir a la indígena rarámuri Rosalba Loya, quien al hablar ante el Parlamento Abierto del Presupuesto 2024 para el Campo dijo que el programa oficialista -y clientelar- llamado "Sembrando Vida" debería llamarse más bien "Sembrando caguamas", pues en la sierra donde ella vive, de Chihuahua, la ayuda en dinero que se da a los campesinos muchos no la usan para plantar árboles o para trabajar la tierra, sino para emborracharse. En el curso de mis viajes he preguntado acerca de ese programa, y he obtenido esta respuesta: en la mayor parte de los casos ha dado una abundante cosecha de briagos y güevones. Siempre ha habido especímenes pertenecientes a una de esas dos clases, o a las dos, pues generalmente ambas van juntas, pero antes los ebrios y haraganes debían recurrir a su ingenio, o a su descaro, para mantener su embriaguez y su pereza, y ahora tanto una como la otra se las subsidia López Obrador. La misericordia de Dios, sin embargo, es infinita. Espero que el día de la elección presidencial del próximo año toda esa bola de cabrones amanezcan crudos y no vayan a votar por la corcholata de quien los ha llevado tanto a la pea -acá decimos "peda"- como a la holgazanería... FIN. Posdata para mis cuatro lectores de Saltillo, Monterrey y zona conurbada. Mañana a las 12 horas, en el Auditorio B de Cintermex, presentaré dentro de la FIL mi más reciente libro: "México en mí", un divertido relato de los viajes que he hecho por todos los rumbos de nuestro maravilloso país, con anécdotas, personajes y comidas. ¡Ahí nos encontraremos, para tomarnos una selfi! (Otra palabra nueva).