El amor de Emma
Guadalupe Loaeza EN EL NORTE
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Cuentan que cuando la vio por primera vez con su corona dorada en el pueblo de La Angostura, Durango, El Chapo se quedó pasmado. Entonces Emma tenía 17 años, era muy tímida, nerviosa y se comía las uñas. El líder del Cártel de Sinaloa tenía 51 años y era conocido, no por ser adicto a las drogas, sino adepto a las mujeres. No obstante, pasó todo un año sin que se volvieran a ver. Él seguía pensando en ella: en su cabello ondulado, en sus ojos como de niña triste y en su boca como de ciruela recién cortada. Quién sabe quién invitó a El Chapo al concurso regional de belleza en Canelas, Durango, el caso es que llegó justo cuando coronaban a Emma como la reina del Café y la Guayaba. Entre aplausos y vítores, se acercó a ella y muy quedito le dijo al oído: "Tú serás mi reina para toda la vida", en medio de tres bandas que no dejaban de tocar corridos. Emma sonrió al mismo tiempo que sintió mariposas en el estómago. Meses después, el 2 de julio del 2007, el mero día del cumpleaños número 18 de Emma, El Chapo le propuso matrimonio. "¡Sí!", dijo la novia nacida en San Francisco, California, sin saber en qué trabajaba, ni por qué le decían El Chapo, y si era casado; lo único que le extrañó fue que el novio hubiera inundado la ciudad con cientos de hombres armados. Dicen las malas lenguas que jamás existió la boda, que los novios nada más se arrejuntaron y que ni luna de miel tuvieron.
Descubrió quién es gracias a la escritura y al periodismo. Ha publicado 43 libros. Se considera de izquierda aunque muchos la crean "niña bien". Cuando muera quiere que la vistan con un huipil y le pongan su medalla de la Legión de Honor; que la mitad de sus cenizas quede en el Sena y la otra mitad, en el cementerio de Jamiltepec, Oaxaca, donde descansan sus antepasados. Sus verdaderos afectos son su marido, sus hijos, sus nietos, sus amigos y sus lectores