OPINIÓN

El cínico

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES / Catón EN EL NORTE

4 MIN 00 SEG

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Contra el consejo de sus padres la joven Dulcibella casó con don Carcamio, señor que andaría por los 70 años de edad. Para sorpresa de la recién casada en la noche de bodas su maduro esposo le hizo el amor tres veces seguidas. Ella tomó el celular: "Esto tengo que contárselo a mis papás". Le sugirió don Carcamio: "No les llames todavía. Espera el marcador final"... Tanto la buena educación como la caridad cristiana prescriben no repetir el chisme que has oído. Pero ¿qué otra cosa puedes hacer con él? Los chismes y el dinero son para contarse. En tiempos de la antigua Roma, por ejemplo, se decía que Julio César, el audaz mílite que conquistó las Galias, el poderoso político, era bisexual, y tan cachondo que su desenfrenada actividad erótica no conocía límites. Sus contemporáneos lo llamaban sotto voce "el marido de todas las mujeres y la mujer de todos los maridos". No temo irrespetar la memoria del patricio si pongo aquí ese rasgo de su personalidad. Total, para decirlo en su propia lengua, de gustibus non disputandum. O sea que cada quien su vida. Advierto, sin embargo, que me estoy alargando en el exordio del cuento que en seguida voy a relatar. Un tipo le reclamó a otro: "Compadre: me contaron que anda usted diciendo que usted y yo tenemos relaciones amorosas". "¡Qué barbaridad! -exclamó el otro-. ¡Le juro que jamás he dicho semejante cosa!". "Yo tampoco -afirmó el compadre, sombrío-. Eso significa que alguien nos vio"... Un cínico es un hombre que no cree en nada y en el que nadie cree. Ejemplo de cinismo fue el sujeto que se pasó un semáforo en rojo. Lo detuvo un oficial de tránsito que le preguntó: "¿Y el rojo?". Contestó el cínico: "Lo cambié por este azul". Inquirió el agente: "¿No vio el semáforo?". "Sí lo vi -replicó el otro-. Al que no te vi fue a ti". "Sus papeles" -le pidió el patrullero. Acotó el conductor: "Papeles los que estamos haciendo aquí tú y yo estorbando el tráfico". El agente se atufó. "Muéstreme sus documentos". El tipo abrió un portafolio: "¿De cuáles quieres? -le preguntó-. Traigo cheques, pagarés, letras de cambio...". El oficial, exasperado por las respuestas del individuo, le ordenó: "Acompáñeme". "Me vas a disculpar -adujo el otro-. No traigo la guitarra". El colmo fue cuando estalló el agente: "¡Le voy a quitar la placa!". "No la chingues -rogó el cínico-. Voy a una carne asada. ¿Con qué voy a masticar?"... Doña Lugarda reprendía constantemente a su hija Perecina pues se pasaba el día en la cama y no hacía nada de provecho. Harta ya de la poltronería de la muchacha le dijo, terminante: "O te buscas un trabajo o te vas de la casa. Aquí no quiero yo gente güevona". Ya se ve que doña Lugarda sacrificaba la corrección lingüística en aras de la claridad. Abreviaré la historia: la holgazana se fue de la casa. Transcurrió un par de años sin que su madre supiera nada de ella. Un día Perecina se le presentó cuando menos la esperaba. Llegó en coche de lujo con chofer; vestía ropa de marca; lucía joyas rutilantes y bolsa y accesorios de alto precio. Declaró que era dueña de un departamento en Polanco, una casa en Valle de Bravo y un hotel en San Miguel de Allende. Con una gran sonrisa le dijo a doña Lugarda: "¿Ya ves, mami? Y tú decías que acostada nunca iba a hacer yo nada"... Ya en el lecho nupcial el novio no se decidía a consumar el matrimonio. Le dijo a su dulcinea: "Tengo miedo". "¿Por qué?" -se sorprendió ella. Explicó él: "Hoy en la mañana metí la llave en la cerradura de la puerta de mi casa y se atoró. Luego metí la llave en la cerradura del coche y se atoró también. Metí la llave en la cerradura de mi maleta, e igualmente se quedó atorada. Tengo miedo"... FIN.