Al comenzar 1817 parecía que la lucha por la independencia se había agotado. Muertos unos caudillos, indultados otros, enemigos los demás entre sí, la insurrección ya casi no existía. En el vasto salón de su palacio en la Ciudad de México el virrey don Juan Ruiz de Apodaca podía muy bien jactarse de que su reino estaba en paz, y que los pocos insurgentes que quedaban no eran soldados, sino bandidos.
Armando Fuentes Aguirre, "Catón". Nació y vive en Saltillo, Coahuila. Licenciado en Derecho; licenciado en Letras Españolas. Maestro universitario; humorista y humanista. Sus artículos periodísticos se leen en más de un centenar de publicaciones en el País y en el extranjero. Dicta conferencias sobre temas de política, historia y filosofía. Desde 1978 es cronista de la Ciudad de Saltillo. Su mayor orgullo es ser padre de cuatro hijos y abuelo de 13 nietos.