Después de cuatro años de ausencia volvió a la ciudad de México don Benito Juárez. Lo primero que hizo cuando se vio de nuevo en la silla presidencial fue comenzar gestiones para quedarse en ella.
Solamente dos hombres podían aspirar en aquel momento al cargo de presidente. Uno era el propio don Benito, a quien la inmensa mayoría de los mexicanos no veía con buenos ojos, pues lo consideraban perseguidor constante de la Iglesia y le reprochaban haber matado sin necesidad a Maximiliano. El otro posible candidato era Porfirio Díaz, héroe del 5 de mayo, de La Carbonera y del 2 de abril. Se había revelado como un caballeroso vencedor; sus soldados lo adoraban. Don Benito suscitaba quizás admiración, pero no se sabe que haya levantado nunca el afecto de la gente. Se le veía -pienso- como luego serían vistos Calles y Obregón, con un sentimiento entre de reverencia y de temor.
Don Porfirio había quedado muy resentido con Juárez por la mala paga de ingratitud que éste le dio. Desairado por el presidente, sometido por él a humillaciones y malos tratos, Díaz renunció al mando del Ejército de Oriente, puso en manos de Juárez 85 mil pesos que le habían quedado después de terminada la campaña y se volvió a Oaxaca.
Cuando el 17 de agosto se publicó la convocatoria para la elección de presidente de la República la gente no pudo reprimir su asombro: se convocaba también a una especie de plebiscito para hacer reformas a la Constitución. Juárez había atacado violentamente a los presidentes conservadores que hicieron a un lado la Constitución porque -dijeron- no podían gobernar con ella. Ahora el propio Juárez, quien siempre se presentó como denodado defensor de la Ley Magna, declaraba tácitamente que él tampoco podía gobernar con la Constitución tal como estaba, y se disponía a reformarla.
Armando Fuentes Aguirre, "Catón". Nació y vive en Saltillo, Coahuila. Licenciado en Derecho; licenciado en Letras Españolas. Maestro universitario; humorista y humanista. Sus artículos periodísticos se leen en más de un centenar de publicaciones en el País y en el extranjero. Dicta conferencias sobre temas de política, historia y filosofía. Desde 1978 es cronista de la Ciudad de Saltillo. Su mayor orgullo es ser padre de cuatro hijos y abuelo de 13 nietos.