Yo no conocí a don Lázaro de la Garza y Ballesteros, arzobispo de México en aquellos años cruciales de 1856 y 1857. Tampoco me habría gustado conocerlo. Pienso que era hombre de graves indecisiones cuyos efectos corregía luego con errores más graves aún. Cuando los católicos de Puebla hicieron estallar la rebelión de Zacapoaxtla para oponerse a las disposiciones emanadas del gobierno liberal de Comonfort, éste envió un cuerpo de ejército a combatir aquel levantamiento. ¿Quién bendijo las armas de los soldados gobiernistas que iban a combatir a los católicos? Don Lázaro de la Garza y Ballesteros. Cuando se promulgó la Constitución de 1857, ¿quién se opuso violentamente a ella, provocando con el desaire que hizo a la autoridad civil la sarracina del Jueves Santo de aquel año? Don Lázaro de la Garza y Ballesteros. Su indecisión fue causa primero de la derrota de los católicos cuando aun tenían fuerza para triunfar sobre sus adversarios; su obcecación provocó después el rompimiento de hostilidades entre el Estado y la Iglesia, preludio de la crudelísima Guerra de Tres Años.
No se quedó cruzado de brazos el gobierno después de los sucesos de la Catedral. Recordemos que por orden del arzobispo se impidió a Juan José Baz, gobernador del Distrito Federal y representante del presidente de la República, que entrara en el recinto a fin de recibir, como se usaba, la llave del Sagrario para custodiarla hasta que se abriera la Gloria el siguiente sábado. Nada hizo el gobierno el Viernes Santo, ni el Sábado de Gloria, ni el Domingo de Resurrección. Temía quizá que se amotinara el pueblo, reunido con motivo de las festividades de Semana Santa. Pero el lunes a primera hora de la mañana don José María Iglesias, ministro de Justicia, dictó a su secretario una comunicación dirigida al arzobispo:
"... Habiéndose presentado el Excelentísimo señor gobernador del Distrito en el atrio de la iglesia catedral con el objeto de asistir a las ceremonias religiosas, según lo ha hecho siempre la autoridad civil por costumbre inmemorial, se le mandó decir que había dado orden Vuestra Señoría Ilustrísima de que no se le recibiera... Habría hecho uso el gobierno de sus facultades económicas para castigar tan grave falta si guiado el Excelentísimo señor presidente de sus sentimientos religiosos no hubiera resuelto suspender todo procedimiento en los días solemnes consagrados por el cristianismo al recuerdo de los misterios más augustos de nuestra redención... Hoy que han desaparecido ya los motivos que hubo para suspender la acción de gobierno comunicaré su resolución a Vuestra Señoría Ilustrísima... El gobierno ha recibido un desaire público que no puede dejar impune sin vilipendio de la autoridad que le ha confiado la nación. La falta ha sido de tanta gravedad que debería castigarse con el extrañamiento (destierro) de Vuestra Señoría Ilustrísima de la República. Pero, teniéndose presentes la avanzada edad de Vuestra Señoría Ilustrísima, el mal estado en que se encuentra actualmente su salud y el respeto que merecen sus virtudes privadas, se ha servido el Excelentísimo señor presidente limitar la pena a la demostración de desagrado que contiene esta nota y a la de que permanezca preso en su palacio arzobispal hasta nueva orden...".
Armando Fuentes Aguirre, "Catón". Nació y vive en Saltillo, Coahuila. Licenciado en Derecho; licenciado en Letras Españolas. Maestro universitario; humorista y humanista. Sus artículos periodísticos se leen en más de un centenar de publicaciones en el País y en el extranjero. Dicta conferencias sobre temas de política, historia y filosofía. Desde 1978 es cronista de la Ciudad de Saltillo. Su mayor orgullo es ser padre de cuatro hijos y abuelo de 13 nietos.