Después de la caída de don José de Iturrigaray ocupó el trono de virrey don Pedro Garibay. Ostentaba el muy sonoro título de Mariscal de Campo. Los perversos peninsulares que depusieron a Iturrigaray encontraron muy consternados un papelote en que el cornudo rey don Carlos IV -el de la estatua de "El Caballito"- nombraba a don Roque Abarca sucesor de Iturrigaray en el caso de que muriera éste. Pero los gachupines pusieron en ejercicio un razonamiento abogadil que de puro sutil se les quebraba, pero que consumaron: dijeron que como don José de Iturrigaray estaba vivo y bien vivo, no procedía la designación de Abarca. Entonces ellos, de sus pistolas, nombraron a Pedro Garibay. Para justificar su acción publicaron un imponente manifiesto dirigido "AL PUEBLO" que comenzaba con este anuncio: "El Pueblo se ha apoderado de la persona del Excelentísimo señor Virrey y ha pedido imperiosamente su separación por razones de utilidad y conveniencia general...". ¡Mentecatos! Dirigían ese comunicado al pueblo, y en él le decían al pueblo que el pueblo había derrocado a Iturrigaray. Tiempos eran aquellos de pasquines, de curiosas letrillas socarronas en que se reseñaban los acontecimientos relevantes y se hacía la crítica de sus protagonistas. Al pie de aquel risible manifiesto alguien escribió un agudísimo epigrama:
Armando Fuentes Aguirre, "Catón". Nació y vive en Saltillo, Coahuila. Licenciado en Derecho; licenciado en Letras Españolas. Maestro universitario; humorista y humanista. Sus artículos periodísticos se leen en más de un centenar de publicaciones en el País y en el extranjero. Dicta conferencias sobre temas de política, historia y filosofía. Desde 1978 es cronista de la Ciudad de Saltillo. Su mayor orgullo es ser padre de cuatro hijos y abuelo de 13 nietos.