OPINIÓN

El pueblo no quiere

LA OTRA HISTORIA DE MÉXICO / Catón EN EL NORTE

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Yo cultivé amistad con el licenciado Carlos Madrazo. No en su época de presidente del PRI, Dios guarde la hora, sino cuando lo expulsaron "del seno del partido" por haber intentado moverlo algunos milímetros hacia la democracia. Teníamos amigos mutuos: el inolvidable médico saltillense don Eduardo Dávila Garza; Roberto Chávez, tamaulipeco; otro doctor igualmente querido, el monclovense Bartolomé Bosque Ballesteros. Ellos se encargaron de acercarnos. Nació de esa manera una amistad que duró hasta la desdichada muerte de don Carlos. En el tiempo en que pretendió fundar un nuevo partido político le organicé una conferencia en Saltillo, lo que causó la furia de los mezquinos y los inmorales. Tuve el gusto de ver que el solo anuncio de que Madrazo hablaría hizo que se llenara hasta los topes el vasto gimnasio de la Sociedad "Manuel Acuña". Vívido recuerdo: cuando Madrazo entró en el recinto los miles de asistentes se pusieron en pie y le tributaron una ovación interminable. Conmovido, me tomó del brazo el tabasqueño y me dijo por lo bajo: