OPINIÓN

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LA OTRA HISTORIA DE MÉXICO / Catón EN EL NORTE

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Lleno de entusiasmos y cargando todo el optimismo de este mundo y otros volvió a tierras americanas fray Servando Teresa de Mier. Lo movía un ímpetu mesiánico. Tanto, que regresó convertido nada menos que en obispo, luciendo muy orondo el morado atuendo episcopal, con pectoral, báculo y anillo. Quién sabe qué sutiles argumentaciones esgrimió fray Servando para demostrar su calidad de pastor, el caso es que en Nueva Orléans y en otras partes logró convencer a muchos de que era obispo verdadero, y casi provocó un cisma, pues se dividieron los católicos que creyeron en su quimérico obispado y los que se mantuvieron fieles al verdadero dueño de la cátedra, que boquiabierto, veía los ires y venires de aquel inesperado competidor. Por dondequiera andaba fray Servando, y a todos decía que si se unían a la expedición o daban dinero para ella recibirían gran copia de indulgencias, y si la aportación era de peso ganarían una plenaria merced a la cual se irían al Cielo con todo y zapatos -o botas, en su caso- sin tener que hacer la molesta antesala del purgatorio. No conocían fin las argucias y añagazas del ingenioso padre Mier.