Antes de que caduque, habría que enmarcar el Clásico Tapatío y colgarlo en la oficina en un punto clave donde el ojo humano pueda centrar su atención. Y deberían tenerlo ahí, elegantemente colocado, todos los entrenadores de la Liga MX como un recordatorio constante de lo que deberían intentar emular jornada a jornada. Este último Clásico Tapatío tendría que ser tan infalible como el curvilíneo calendario que todo mecánico tiene en algún cenizo muro de su taller.