Fuera de sí andaba don Santos Degollado. Su ira contra los conservadores no conocía límites. Tal se diría que les guardaba un odio vesánico. En Guadalajara, donde don Benito Juárez estuvo prisionero de los "mochos" y a punto de ser muerto por ellos, Degollado dio rienda suelta a su ímpetu de venganza. Tanto él como sus hombres cometieron tropelías que pusieron escándalo no nada más en el partido católico, sino aun entre quienes simpatizaban con la causa liberal. El coronel Piélago, jefe conservador, fue traído del campo de batalla moribundo a consecuencia de una herida de bala. Su esposa embarazada fue al lugar en donde tenían a su marido a fin de impetrar clemencia a Degollado. Llevaba de la mano al primer hijo de su matrimonio. La pobre mujer y el niño se postraron de rodillas para pedir la vida del prisionero. De nada sirvieron sus ruegos y sus lágrimas. El coronel fue sacado a la calle en una camilla y ahorcado de un balcón del obispado. Cuando la señora, loca, se lanzó a abrazar el cadáver de su esposo un soldado la golpeó con la culata de su rifle y dio al niño un bayonetazo que le quitó la vida. Entre los que se habían juntado a presenciar la ejecución estaba un artesano. Al ver aquello gritó sin poder contenerse:
Armando Fuentes Aguirre, "Catón". Nació y vive en Saltillo, Coahuila. Licenciado en Derecho; licenciado en Letras Españolas. Maestro universitario; humorista y humanista. Sus artículos periodísticos se leen en más de un centenar de publicaciones en el País y en el extranjero. Dicta conferencias sobre temas de política, historia y filosofía. Desde 1978 es cronista de la Ciudad de Saltillo. Su mayor orgullo es ser padre de cuatro hijos y abuelo de 13 nietos.