Para imaginar uno necesita un recuerdo, y al recordar uno imagina, pero quien conecta ambas cosas es el lenguaje, viajero entre esos dos mundos. Y nuestro bellísimo lenguaje nos deja niños en juguetería: el uso que le damos a la palabra "pinto" es amplísimo, ¿por qué llamarle Limón Pinto a un restaurante?