OPINIÓN

Hipólito llegó al Plan...

LA OTRA HISTORIA DE MÉXICO / Catón EN EL NORTE

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Historia y leyenda se confunden en la gesta de la Revolución.

Cuando acabó la lectura del Plan de Guadalupe, don Venustiano Carranza puso en él su firma y luego pidió a "los presentes que quisiesen y pudiesen firmar", que inscribiesen su nombre bajo el suyo.

Documento de historia era ese Plan. Los señores Madero y Pino Suárez habían sido arteramente asesinados, y en Saltillo el gobernador Carranza levantó banderas de rebelión y vuelta a la legalidad. Marchó hacia el norte, y en la Hacienda de Guadalupe expidió el Plan que convocaba a los mexicanos a luchar contra la usurpación. Sucedió eso, lo sabemos, el 26 de marzo de 1913.

Uno por uno fueron pasando quienes ahí estaban a la pequeña mesa, y uno por uno pusieron su firma como se usaba en aquel tiempo, con estudiados arabescos, filigranas y vueltas muy lucidas. Avanzó para tomar la pluma y él también firmar un joven apuesto y bien parecido. Alto, de rostro agradable, frisaba en los 30 años de edad. Disponíase ya a firmar cuando don Venustiano lo detuvo. Preguntó luego a su secretario quién era el hombre aquél, y cuando hubo obtenido la respuesta se dirigió al joven y le dijo:

-Tú no puedes firmar. Sabes que tienes una deuda con la sociedad, que aún no acabas de pagar.

Avergonzado, el muchacho salió del salón donde ocurría la firma y se quedó en un patio mientras la ceremonia terminaba. Era Hipólito Valdez. Por celos de amante despechado había dado muerte tiempo antes a su novia, una bella muchacha que se llamaba Rosita Alvírez.

Oí esa narración de labios de un veterano de la Revolución en Nuevo Laredo, Tamaulipas. Me dijo también él que Hipólito militó bajo las órdenes del general Marciano González y que murió en combate peleando contra las fuerzas de Francisco Villa.

Difícil es confirmar lo que por tradición oral nos llega de los pasados tiempos. En todo caso el relato del viejo combatiente cierra el círculo de fatalidades que condujo a Hipólito a arrebatar la vida de la mujer que amó. Yo recogí las palabras del anciano y las guardé conmigo, y ahora aquí las pongo porque hay un punto siempre en que se juntan la historia y la leyenda. La vida quizás habrá reunido en una encrucijada al hombre que hizo historia, don Venustiano Carranza, y al hombre del pueblo que en alas de un corrido, que es la historia escrita por el pueblo, vive todavía en la inmortalidad de una canción.