Pese a todo lo que se ha dicho en contrario, la verdad es que Maximiliano amaba a Carlota. Lo conmovían su lealtad, la abnegación con que estuvo dispuesta a todo con tal de ayudarlo. Sin embargo, Carlota no amaba tanto al hombre como al emperador. En Miramar llegó a despreciar un poco a su marido al verlo ocioso y sin el brillo de poder que tenía su hermano, el emperador de Austria. Cuando Maximiliano aceptó el trono de México se sintió Carlota en el pináculo de la felicidad. Nunca se avino a renunciar a ese oropel.
Armando Fuentes Aguirre, "Catón". Nació y vive en Saltillo, Coahuila. Licenciado en Derecho; licenciado en Letras Españolas. Maestro universitario; humorista y humanista. Sus artículos periodísticos se leen en más de un centenar de publicaciones en el País y en el extranjero. Dicta conferencias sobre temas de política, historia y filosofía. Desde 1978 es cronista de la Ciudad de Saltillo. Su mayor orgullo es ser padre de cuatro hijos y abuelo de 13 nietos.