OPINIÓN

INE en riesgo

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES / Catón EN EL NORTE

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"Todas las mujeres que están en esta reunión han sido mías, menos aquella señora del vestido rojo, que es mi madre". Eso dijo un jactancioso mozalbete en una fiesta. Le indicó un señor: "Entonces entre los dos nos las hemos despachado a todas"... Relató el conferencista en temas de historia: "Aníbal cruzó los Alpes con elefantes". Preguntó Babalucas: "Y dígame: ¿qué resultó de esa cruza tan extravagante?"... Don Poseidón se preocupó, pues ya era cerca de la medianoche y su hija seguía con su novio en la sala. Asomó por el barandal del segundo piso y le preguntó: "Glafira: ¿está ahí tu novio?". Respondió la muchacha: "No, papi, pero ya se va acercando"... Andrés Manuel López Obrador no roba dinero. Eso sí: lo ha tirado, como en el caso del aeropuerto de Texcoco; lo está malgastando, como en Santa Lucía; lo regala -aunque no sea suyo- para fines de política, como se ve en las dádivas que hace a quienes a cambio le entregarán su voto. Pero el Presidente no roba dinero. Hace algo peor: está tomando para sí las instituciones que pertenecen a la Nación, a todos los mexicanos. Lo hizo con la Comisión de Derechos Humanos, de la cual se apoderó y que parece aniquilada. Ahora se dispone a ir por el Instituto Nacional Electoral a fin de convertirlo en apéndice del Estado. Si se sale con su intento los procesos de elección no estarán ya en manos de los ciudadanos, sino del gobierno, como sucedía en el pasado, un pasado que AMLO resucita con daño para la democracia y para el desarrollo cívico y político del país. La honestidad debe ejercerse no sólo en relación con el dinero. Es algo que pertenece a la totalidad de la conducta. Secuestrar las instituciones nacionales para cumplir un objetivo personal no es algo honesto. Por eso lo que puede pasar con el INE debe preocuparnos. Por eso debe preocuparnos lo que puede pasar con México... "Tiene usted que acostarse con mujer". La recomendación que hizo a su paciente el doctor Ken Hosanna no habría tenido nada de particular de no ser porque el paciente era un sacerdote, el padre Naje. Había acudido éste a la consulta del facultativo porque andaba en un estado de continua excitación nerviosa, tenso, irritable, desasosegado. No dormía bien, comía mal, todo le molestaba. Le dijo el médico: "Su estado es explicable: 'Semen retentum venenum est'. El único remedio para su estrés y su nerviosidad es el que le digo: debe usted tener sexo. Si no sigue mi prescripción corre el riesgo de sufrir una neuropatía de la cual no podrá ya recuperarse". El padre Naje recordó su voto de castidad, pero más que ese voto pudo el instinto de conservación. Reunió, pues, sus ahorros y sacó un boleto de avión para una playa de moda, pues ahí nadie lo conocería. En su primera noche fue al lobby bar del hotel vestido como turista yanqui y llevando, para mayor seguridad, gafas oscuras. En la penumbra cómplice del bar entabló conversación con una dama que portaba también lentes negros, pero que parecía de buen ver. Haré corta la historia. Después de un par de copas -o tres, o cuatro, o cinco- la mujer lo invitó a acompañarla a su habitación. En la oscuridad del cuarto sucedió lo que en esas circunstancias tenía que suceder: el padre Naje siguió al pie de la letra la prescripción del médico, y sintió inmediato alivio. Al terminar el trance erótico encendió la luz, y lo que vio lo dejo atónito. He aquí que la mujer con la que había yogado era sor Bette, la superiora del convento de la Reverberación. La monja no se mostró tan sorprendida. Con tono ligero le dijo al sacerdote: "¡Hola, padre! ¿Usted también es paciente del doctor Hosanna?"... FIN.