El declive de la democracia al estilo fosfo, azul, guinda y/o rojo, tiene una constante. Y no, no está en función de sus propuestas y, mucho menos, de sus ideologías. Sino que está en la incapacidad de llevar a buen puerto los principios de la democracia: promover la participación ciudadana y mejorar la calidad de la representación política.