El sacristán, aterrorizado en un principio pues creyó que el fantasma de la muerta iba a llevárselo al infierno, volvió a su ser al advertir que Josefa lloraba desconsoladamente. Cayó entonces en la cuenta: la muchacha había sido enterrada viva. Recuperó el sentido con el dolor que le causó la herida en el dedo. Si la dejaba viva lo iba a denunciar, y él de seguro sería fusilado por la dura justicia de don Porfirio Díaz. No le cabía otro remedio que matar a la joven. Al fin y al cabo, nadie se enteraría nunca de su crimen, pues pondría otra vez en el ataúd a quien todos suponían muerta.
Armando Fuentes Aguirre, "Catón". Nació y vive en Saltillo, Coahuila. Licenciado en Derecho; licenciado en Letras Españolas. Maestro universitario; humorista y humanista. Sus artículos periodísticos se leen en más de un centenar de publicaciones en el País y en el extranjero. Dicta conferencias sobre temas de política, historia y filosofía. Desde 1978 es cronista de la Ciudad de Saltillo. Su mayor orgullo es ser padre de cuatro hijos y abuelo de 13 nietos.
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