OPINIÓN

LA OTRA HISTORIA DE MÉXICO / Catón EN EL NORTE

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Así era don Porfirio ¿Cómo era don Porfirio Díaz? A falta de estatuas tenemos de él las descripciones que nos dejaron sus contemporáneos. En especial Federico Gamboa se refirió a él, y nos dejó tanto el retrato físico como el espiritual de aquel hombre que, habiendo sido un gran patriota, sigue condenado por la historia oficial a estar en el panteón de los villanos.Dice don Federico Gamboa que Porfirio Díaz era un hombre de arrogante presencia, continente severo y rostro adusto. Tal parece que se sentía obligado a adoptar una pose solemne en honor a la investidura presidencial que detentaba. No ha sido el único en asumir esas maneras: se nos ha dicho que don Adolfo Ruiz Cortines usaba sombrero -el cual traía casi siempre en la mano, junto al pecho- para evitar la familiaridad del abrazo, el cual consideraba impropio.Don Porfirio fue de modales rudos. Acostumbraba -ya lo dije antes- escupir en los estrados, aunque hubiera alfombra. Incapaz de sostener una buena conversación, en las fiestas, saraos y reuniones se dedicaba a pasear la vista por las paredes o a escarbarse los dientes con un palillo.Sentía desprecio don Porfirio por las profesiones llamadas "liberales". A los licenciados los llamaba "abogadetes", y "matasanos" a los médicos. No es que fuera un hombre ignorante o basto. Casi nadie toma en cuenta el hecho de que Porfirio Díaz cursó todas las materias de la carrera de abogado, en el Instituto de Ciencias y Artes de su natal Oaxaca, y hasta presentó uno de los dos exámenes que se requerían para obtener el título profesional.Lo que pasó es que la vocación de las armas se impuso definitivamente sobre don Porfirio, y esa actitud -la del militar- prevaleció en él toda su vida. Se veía bien en la levita del civil, pero lucía en todo su esplendor cuando portaba el uniforme militar.Díaz amaba a su país. Pensaba en él como en una mujer a la que había que domeñar para aplacarle el carácter bronco y levantisco. En ese sentido don Porfirio interpretó el sentimiento de la población, que ansiaba ya vivir en paz. Para eso el general Díaz supo que debía perpetuarse en el poder, pues sólo una mano firme -y hasta dura- podía pacificar el país.Se valió de procedimientos expeditos para lograr esa pacificación. Uno de los mayores problemas que encontró en su segundo período presidencial fue el de la falta de seguridad para el comercio: los caminos estaban llenos de bandoleros que dieron tema a páginas gloriosas de la literatura nacional: "Los bandidos de Río Frío"; "El Zarco"... Don Porfirio acabó con esos bandidos: a la mitad de ellos los colgó; a la otra mitad los convirtió en jefes de los famosos "rurales", una especie de Santa Hermandad de policía que hizo de México uno de los países más seguros del mundo.No se andaba con medias tintas don Porfirio. Siempre negó la historia de "Mátalos en caliente", pero lo cierto es que no se ponía la mano en el corazón cuando se trataba de reprimir a cualquiera que atentara contra los dos bienes más grandes que tenía: el interés de México y su propio interés. Para don Porfirio esos dos intereses eran uno solo.