OPINIÓN

La tristeza del triunfo

LA OTRA HISTORIA DE MÉXICO / Catón EN EL NORTE

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Todo se le volvía hieles a don Ignacio Comonfort, presidente de la República en aquellos años cruciales de 1856 y 1857. Hasta las alegrías se le tornaban pronto en acíbar que le amargaban la vida y lo traían siempre envuelto en pesadumbre. Era Comonfort hombre de paz, enemigo de las violencias. Ni siquiera la carrera de las armas le habían endurecido el ánimo; tenía suavidades aun en el trato con sus mayores enemigos. Bien podría decirse de él lo que después se dijo de don Francisco I. Madero: que nunca se manchó las manos ni con oro ni con sangre.