OPINIÓN

Llorar dos veces

Juan Villoro EN EL NORTE

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Encontré a un amigo que llamaré Pedro en un patio donde se vende barbacoa. Ya había hecho su compra, estaba en un rincón, sentado sobre un tronco de árbol, y lucía pensativo. Cuando lo saludé, alzó la vista y vi sus ojos enrojecidos. "Me senté a llorar un rato", dijo para mi sorpresa. Aguardé una explicación incómoda y tardó en hablar, como si reflexionara en el origen de su llanto.