Hay un aspecto poco explorado en la historia de la intervención francesa en México: la protección de "la raza latina" frente al inexorable avance en América de "la raza sajona". Este cariz racial de la cuestión que se dirimió a partir de 1861 no aparece muy de manifiesto en la relación oficial de los sucesos.
Se suponía en Europa que la raza latina acabaría por desaparecer del continente americano ante el embate de los pueblos sajones y germánicos aglutinados en los Estados Unidos. A la idea de raza latina iba indisolublemente unida la idea de religión católica, del mismo modo que al concepto de raza sajona estaba vinculado el de protestantismo. En la actualidad oímos hablar del "wasp", es decir del hombre blanco, anglosajón y protestante (white, anglosaxon, protestant). Napoleón Tercero tenía la idea de que proteger a México estableciendo en él una monarquía con un príncipe auspiciado por Francia no era sólo salvar a una nación católica de la amenaza de una protestante, sino preservar "el genio latino", que a la sazón estaba representada en todo el mundo por la cultura francesa.
El gobierno de Juárez se inclinó definitivamente en favor del amparo de los norteamericanos. Don Benito, quizá por su carácter de indígena, era enemigo de la hispanidad. Tenía de los españoles la idea que Poinsett quiso -y logró- imbuir en los mexicanos: la de conquistadores bárbaros que extinguieron las exquisitas y florecientes civilizaciones nativas para implantar en su lugar una época de barbarie, ignorancia, superstición y tiranía representada por los monarcas españoles y por la Inquisición. En cambio, los Estados Unidos venían a ser como el faro de la libertad, como la luz del progreso, una nación amiga que protegería a México de los impulsos de reconquista de España y de las intentonas de las caducas naciones europeas por influir en los asuntos del Nuevo Continente.
Se me preguntará: ¿cómo explicar entonces la participación de Inglaterra -país sajón- en la intervención que culminó con el establecimiento del Segundo Imperio en México? Hay razones para pensar que bajo la influencia de sus protectores norteamericanos don Benito Juárez intentó sacar a Inglaterra de la triple alianza, a efecto de que los Estados Unidos no tuvieran eventualmente que enfrentarse de nueva cuenta con su Madre patria, con su antigua metrópoli británica. Don Manuel María de Zamacona, representante de Juárez, entró en pláticas urgentes con Wyke, ministro de Inglaterra, y acordó con él un arreglo que se llamó "Wyke-Zamacona". Por ese convenio México se comprometía a pagar a Inglaterra 660.000 mil pesos robados de la legación inglesa en el curso de la lucha entre liberales y conservadores; se obligaba a devolver todos los intereses vencidos de la deuda inglesa, y ponía en manos de agentes británicos las aduanas marítimas a fin de obtener de sus ingresos los recursos necesarios para el pago de las obligaciones mexicanas.
El convenio del representante juarista era otra vez tan infame para México que el Congreso lo rechazó de plano. Entonces el ministro inglés puso un ultimátum: Juárez debía derogar la ley del 17 de julio, que suspendía el pago de la deuda inglesa. Don Benito se apresuró a obsequiar el deseo del ministro de Su Majestad Británica y derogó aquel ordenamiento. En ese tiempo, sin embargo, se había firmado ya la convención de Londres, y los esfuerzos de Juárez -y de los americanos- para mantener a Inglaterra fuera de la cuestión no prosperaron ya. El destino seguía tejiendo sus hilos inexorablemente.
Armando Fuentes Aguirre, "Catón". Nació y vive en Saltillo, Coahuila. Licenciado en Derecho; licenciado en Letras Españolas. Maestro universitario; humorista y humanista. Sus artículos periodísticos se leen en más de un centenar de publicaciones en el País y en el extranjero. Dicta conferencias sobre temas de política, historia y filosofía. Desde 1978 es cronista de la Ciudad de Saltillo. Su mayor orgullo es ser padre de cuatro hijos y abuelo de 13 nietos.