OPINIÓN

Los pantalones de Pantaleón

LA OTRA HISTORIA DE MÉXICO / Catón EN EL NORTE

0 MIN 30 SEG

Icono para compartir en redesIcono para compartir en redesIcono para compartir en redesIcono para compartir en redesIcono para compartir en redes
Deben citarse con honor algunas publicaciones liberales que con absoluto apego a la ideología liberal y a la ley reprobaron acremente los manejos del Benemérito para afianzarse en la presidencia.

Si Pantaleón Tovar no se hubiera llamado Pantaleón quizá figuraría en los anales del periodismo mexicano como uno de los mejores defensores de la ética periodística.

Este don Pantaleón nació en la ciudad de México. Casi no tuvo educación: apenas terminó los estudios de primaria, pues por apremios económicos de su familia se vio obligado a trabajar cuando aún era niño. Sin embargo, sintió amor por los libros, y a través de ellos se allegó una educación de autodidacta que le permitió alternar con los grandes intelectuales de su tiempo.

Tovar amaba entrañablemente a su patria y la defendió con las armas en la mano contra las dos invasiones que sufrió, la de los americanos y la de los franceses. En 1848, terminada la bárbara guerra que nos hicieron los Estados Unidos, se dedicó a escribir teatro. Una obra suya titulada con el sonoroso nombre "Misterios del Corazón" subió al palco escénico en Toluca.

Fue redactor de varios periódicos, algunos de nombres muy originales: "El Cabrión" (con i); "Las Cosquillas"... En esas hojas volanderas se dio a conocer como articulista de afilada pluma e ideas claras. Perseguido por sus ideas políticas fue a Nueva Orleans, refugio de mexicanos desterrados, y luego a Cuba. Regresó a los Estados Unidos, y en Nueva York vivió algún tiempo. Se ganaba la vida haciendo traducciones.

Cuando empezó la intervención francesa Tovar sintió que se le removían las fibras de su patriotismo y regresó a México para defender la soberanía amenazada. Se puso a las órdenes de don Porfirio Díaz y luchó a su lado en las grandes acciones bélicas que dieron nombre y fama al oaxaqueño: La Carbonera, el 2 de abril. Díaz le dio toda su confianza y don Pantaleón le correspondió bien, pues fue siempre su más fiel seguidor.

A fines de 1867 Juárez emprendió mañosas reformas a la Constitución para consolidar su poder. Habría una Cámara de Senadores a más de la de Diputados. Con eso Juárez dividía, y por lo tanto debilitaba al Congreso. El presidente tendría derecho de veto sobre las determinaciones del Poder Legislativo. Se establecerían nuevos procedimientos para la sustitución presidencial.

Lo más reprobable de esas tendenciosas reformas es que no se encomendaban al Congreso, según lo determinaba la Constitución. En flagrante violación de ésta las reformas se harían por medio de un plebiscito nacional, procedimiento que no contemplaba la ley máxima.

Escribió en su periódico Pantaleón Tovar:

"... Estamos verdaderamente asombrados con la Convocatoria que (Juárez) ha expedido, porque resuelve con ella puntos que sólo el Congreso puede decidir en los términos que señala el Código fundamental de la República. No se trata ahora de si las reformas son o no convenientes. Se trata del trastorno que sufre nuestro derecho constitucional... Eso nos preocupa a nosotros, amigos del gobierno, pero antes que todo, amigos de nuestros principios...".