COLABORADOR INVITADO / Juan-Pablo Calderón Patiño EN EL NORTE
Los símbolos del poder tienen caducidad. Los nuevos actores políticos dan una sacudida a sus ritos y sedes. El Presidente López Obrador ha trabajado con elocuencia ese aparente "final de los tiempos", los tiempos de "los otros". En una resbaladiza decisión populista, al primer minuto de su mandato, entre otras órdenes (como parar la flota aérea presidencial para un país con casi dos millones de kilómetros cuadrados), resaltó abrir la Residencia Oficial de Los Pinos al pueblo para que testifiquen los mexicanos el "lujo con el que vivían sus predecesores" en buena parte del siglo pasado. El mandatario, tan afecto a buscar un revisionismo histórico de acuerdo con "sus" intereses, giró la instrucción de que la otrora residencia oficial se convierta en centro cultural.
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