OPINIÓN

MÉXICO MÁGICO / Catón EN EL NORTE

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Cuenta don Carlos María de Bustamante -que recogió esta narración del periódico "La Abeja de Chilpancingo"- que cuando Rayón atacó el campo llamado del Grillo para acercarse a Zacatecas hubo necesidad de emplear un cañón pequeño a fin de hostilizar a las fuerzas que oponían resistencia al avance de los insurgentes. Los artilleros no podían disparar el tal cañón, pues tenía la cureña destrozada, y sólo se disponía del tubo. Un soldado anónimo, entonces, ofreció servir como cureña o apoyo del cañón. Se puso a gatas, sobre su espalda fue atado el tubo con fuertes cuerdas, y así los artilleros pudieron disparar el cañón. La fuerza tremenda del retroceso derribó al heroico combatiente con la columna vertebral hecha pedazos. La agonía del infeliz no asustó a un compañero suyo, igualmente desconocido, que pidió substituirlo y servir él también como cureña. Sin embargo, más precavido, hizo que antes de que le ataran el cañón le envolvieran la espalda con mantas y frazadas para atenuar siquiera en parte el rigor del embique o retroceso. El nuevo disparo surtió el efecto deseado y los insurgentes pudieron avanzar. Tendido en tierra el primer soldado, agonizante, preguntó con voz desfallecida: