OPINIÓN

MÉXICO MÁGICO / Catón EN EL NORTE

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Eran los tiempos en que a los niños católicos se nos enseñaba a no pisar la acera de los templos protestantes. Cuando por fuerza debíamos pasar frente a uno, bajábamos de la banqueta y caminábamos por el pavimento hasta dejar atrás aquel vitando sitio, o nos cruzábamos al otro lado de la calle. Algunos, más papistas que el Papa, escupían al pasar.