Miro en la casa paterna el retrato de don Felipe Flores, tío bisabuelo mío.
Tenía 14 años cuando se fue del hogar para buscar la vida. Sabía tocar el piano, y cantaba medianamente bien, de modo que se unió a una compañía de cómicos itinerantes. Cierta noche uno de ellos lo emborrachó para robarle las escasas monedas que llevaba. Pero otras cosas sabía el tío a más de cantar y tocar el piano: con un fulmíneo golpe de su navaja campera clavó en la mesa la mano del ladrón.
Recorrió todo el país. Fue empleado de comercio, minero de la plata en Guanajuato, regente de un burdel, marino en un barco de cabotaje, boxeador Cada año regresaba a pasar las navidades en su casa, y narraba a los pacatos tertulianos sus desaforadas aventuras. Una vez alguien le dijo:
-Eso se llama vivir.
Contestó él:
-No. Se llama simplemente ir muriendo en diferente forma.
Miro el retrato de mi tío y creo advertir que él también me está mirando a mí desde su marco de carey. Hay en sus labios un asomo de sonrisa que no sé si es de ironía o de piedad. Parece que me pregunta: "¿Por qué no viviste como yo? ¿Por qué no vas a la muerte con la misma elegante indiferencia con que yo fui a su encuentro?".
No sé qué contestar. La sonrisa en sus labios se hace más pronunciada. Ahora sé que es de ironía.
Armando Fuentes Aguirre, "Catón". Nació y vive en Saltillo, Coahuila. Licenciado en Derecho; licenciado en Letras Españolas. Maestro universitario; humorista y humanista. Sus artículos periodísticos se leen en más de un centenar de publicaciones en el País y en el extranjero. Dicta conferencias sobre temas de política, historia y filosofía. Desde 1978 es cronista de la Ciudad de Saltillo. Su mayor orgullo es ser padre de cuatro hijos y abuelo de 13 nietos.