OPINIÓN

MÉXICO MÁGICO / Catón EN EL NORTE

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Don Antonio Dávila Rumayor tuvo el señalado privilegio de nacer en Arteaga. Nunca hizo jactancia de ese don; antes bien lo recataba y escondía, pues no es cosa de andar mostrando los blasones. El 2 de abril de 1948, señor ya de mucha edad, le escribió una carta a su sobrina, doña María Dávila de Valdés, quien por vivir en La Cruz, lejana población de Sinaloa, jamás había tenido la fortuna de conocer Arteaga. El retrato que de la Villa hace don Antonio para mostrarlo a la imaginación de su parienta es un rosario de piropos al solar nativo, una canción a la mujer amada, pero es también fotografía exacta, realista descripción que se diría salida de la pluma de Pereda, don Juan Valera o la Pardo Bazán. Leamos: