OPINIÓN

MÉXICO MÁGICO / Catón EN EL NORTE

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Don Felipe Sánchez de la Fuente era un hombre bueno, bonísimo. A veces me he preguntado cómo pudo conciliar su profesión de abogado postulante -lo fue, muy eminente- con aquella bondad suya casi franciscana. No quiero decir que para ser licenciado se deban poner en ejercicio maldades o sevicias, no. Pero pienso que en los procesos litigiosos se requieren a veces una energía adusta y un general fruncimiento de cuerpo y alma que no tenía aquel querido maestro mío, tan bueno que más de una vez fue víctima de la maldad.