OPINIÓN

MÉXICO MÁGICO / Catón EN EL NORTE

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Viaja el cronista a Campeche, la antigua ciudad amurallada, y deambula por sus calles, cosa que siempre suele hacer cuando se encuentra en otra población. Sus pasos lo llevan a una librería de viejo. En los estantes encuentra uno cuyo nombre le llama la atención: "Fábulas Científicas Vegetales". Al cronista las fábulas le gustan. En su casa aprendió algunas: "A un panal de rica miel dos mil moscas acudieron...". Después, en el Colegio Zaragoza, aprendió otras: "En casa de un cerrajero entró la serpiente un día...". Conoce el escribidor las fábulas de Iriarte y Samaniego, de Bretón de los Herreros, de don Ventura de la Vega y don Gregorio Torres Quintero. Alguna vez, de la mano de su maestro de latín, profesor Ildefonso Villarello, tradujo aquella fábula de Fedro que comienza: Personam tragicam forte vulpes viderat... "Una astuta zorra vió una máscara de la tragedia...". Esa fábula anda por ahí en versos más sencillos: "Dijo la zorra al busto / después de olerlo: / tu cabeza es hermosa / pero sin seso". Cierta señora se la recitó en otra forma a don Jacinto Benavente, que tenía fama de marica, como antes se decía. Le recitó: "Dijo la zorra al busto / después de olerlo: / tu cabeza es hermosa / pero sin sexo". No se inmutó el escritor. Replicó: "En efecto, señora: dijo la zorra". Y es que en España se usa la palabra zorra en lugar de otra de cuatro letras.