OPINIÓN

MÉXICO MÁGICO / Catón EN EL NORTE

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La última vez que estuve en Aguascalientes me regalaron dos cajas de guayabas, de las mejores de Calvillo. Al emprender el viaje de regreso las hice poner en la sección de carga del avión, uno de esos pequeños para hacer vuelos de conexión. Durante todo el vuelo la cabina de la aeronave -así se dice- olió a guayaba. Una señora dijo que ya la traía mareada aquel aroma. Yo me hice tonto, desde luego, a fin de no asumir la responsabilidad de aquel olor, intenso como de jardín de Oriente o perfumado harén. Con razón García Márquez habló de "el olor de la guayaba". Huele esa fruta; huele...