OPINIÓN

MÉXICO MÁGICO / Catón EN EL NORTE

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Esta muchacha ha entrado al templo en horas en que está casi vacío.

Con paso sigiloso va hacia la imagen de San Antonio; se arrodilla frente al santo y con la frente baja musita una oración. Luego, tras de volver la vista a todas partes para asegurarse de que nadie la ve, pone un listón al pie del milagroso varón. Vuelve a orar brevemente ante la imagen; luego se persigna y sale presurosa de la iglesia.

Yo la he visto desde atrás de una columna y me he conmovido. Pensaba que estaba extinta ya la antigua devoción de las muchachas que le pedían al santo les consiguiera novio, y al hacerlo le dejaban un listón con la medida del hombre que esperaban. Ahora sé que San Antoñito ha conservado por lo menos una creyente en sus oficios de casamentero.

Ahora, de regreso de mi viaje al Bajío, estoy recordando a la muchacha. No es bonita, y ya no es tan muchacha. Por eso mismo el milagro que le haga San Antonio será más milagroso. Si yo pudiera movería los cielos y la tierra para encontrar a alguien que acompañara en el camino de la vida a esa chica que se ve tan sola. No puedo hacer eso -¡qué desgracia!- pero en silencio pido que su oración sea oída.