OPINIÓN

MÉXICO MÁGICO / Catón EN EL NORTE

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La tontita del Potrero tuvo un hijo.

Nadie se dio cuenta de que estaba embarazada. Nadie tampoco supo cómo ni dónde parió al niño. Menos aún se conoce quién es el padre de la criatura. 

Unas semanas después del nacimiento llegó al rancho el Gobierno. Así se dice en Ábrego: "el Gobierno", cuando aparece gente en una camioneta con el escudo del águila. En la cabecera municipal se tuvo noticia del parto de Velita -Avelina se llama la tontita-, y venían a llevarse al niño, tomando en cuenta el estado mental de la madre.

Los inspectores ni siquiera alcanzaron a ver al pequeño. Velita lo envolvió en una cobija y corrió con él al monte. Una vecina les dijo a los del Gobierno que se había ido por aquí. Otra les dijo que se había ido por allá. Las demás les dijeron que la habían visto irse por acá. No; por acá. No; por acá. Los hombres les dijeron que no se les ocurriera pararse por ahí otra vez. 

Cuando el Gobierno se fue Velita regresó, feliz. Venía sonriendo. En sus brazos el niño sonreía también. Y todos en el rancho sonreían.