OPINIÓN

MÉXICO MÁGICO / Catón EN EL NORTE

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Guanajuato se precia de ser solar nativo de Margarito Ledezma, bardo de singular inspiración. Yucatán, por su parte, tiene a orgullo haber sido, si no la cuna, sí la hamaca de Maximiliano Salazar, El Poeta del Crucero.

Max Salazar nació en Tabasco, quizá a finales del siglo antepasado. Muy joven llegó a Mérida para ejercer su oficio, que era el de peluquero. Se estableció al principio en Itzimná, frente a la estación del tren. Ahí se cruzaban dos vías del ferrocarril, motivo por el cual Max adoptó el nombre de pluma que ya no dejaría nunca: El Poeta del Crucero. 

Este gran lírico vivía poseído por las musas. Lo suyo era hacer versos. En ocasiones, hay que reconocerlo, la rima le salía muy jalada de los pelos. Pero, pregunto yo: ¿qué poeta no ha tenido dificultad alguna vez con eso de la rima? El mismísimo Ramón López Velarde, tan deslumbrante en sus metáforas y verdadero maestro de la forma, nos dejó algunos versos cacofónicos, como aquéllos de: "Amiga que te vas, / quizá no te vea más". 

El Poeta del Crucero no se metía en complicaciones; las rimas que nos dejó son modelo de sobriedad retórica. Por ejemplo, su tarjeta de presentación, escrita en verso, decía así:

Maximiliano Salazar Primero,