OPINIÓN

MÉXICO MÁGICO / Catón EN EL NORTE

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El sol entra en mi casa como Pedro por la suya.

Su llegada me alegra, pues todas las cosas se visten de mañana.

No viene solo el sol. Con él viene la vida. A los dos les hago sitio, y a sus acompañantes: la luz; la tibieza que hará que en los cuadros al óleo de la sala se abran las rosas que por las noches cierran sus dormidos pétalos.

¡Qué antiguo es este sol, y qué nuevo es! Tiene toda la edad del mundo y al mismo tiempo es niño. Voy hacia él y me hace una caricia. 

Mi casa tiene su fachada hacia el oriente. El sol me lo agradece pues puede entrar bien pronto en ella y descansar un poco de su viaje. Va al jardín y pone su mano sobre los geranios y las bugambilias. Pasa los dedos por entre las ramas del nogal sin hojas y les recuerda que deberán brotar de nuevo cuando la primavera llegue. Luego se tiende sobre la hierba y duerme un rato. Se irá después y dejará su adiós sobre la tapia.

Yo amo a este sol que me visita cotidianamente. Seguirá viniendo mañana tras mañana. Llegará el día en ya no estaré yo para darle la bienvenida. Por eso desde ahora le digo que siempre podrá entrar en mi casa como Pedro por la suya.