OPINIÓN

MÉXICO MÁGICO / Catón EN EL NORTE

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San Miguel de Allende, Guanajuato... Primeros años del siglo veinte. Era tesorero municipal don Miguel Correa Pérez, hombre de grandes virtudes ciudadanas, buen administrador de los caudales públicos. En las noches de plenilunio, tan pronto la luna llena ponía su fulgor en la ciudad, salía el señor Correa al balcón de su casa y hacía sonar un silbato que para tal efecto tenía. El jefe de la Policía, atento a la señal, correspondía con otro pito semejante. Empezaban a oírse entonces pitidos por todas partes. Eran de los serenos, que así indicaban haber recibido la orden. Y la orden era apagar los faroles de las calles. Su luz ya no era necesaria, toda vez que esplendía en el cielo la claridad lunar. Así le evitaba el señor tesorero a la ciudad gastos inútiles.