OPINIÓN

MÉXICO MÁGICO / Catón EN EL NORTE

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Yo amo las campanas. Me habría gustado ser campanero en un pueblo pequeño. Movido por ese amor a las campanas vencí una vez la invencible acrofobia que padezco -temor a las alturas-, subí al campanario de Nuestra Señora de París y toqué (solamente con la mano) la gran campana "María", cuya voz se oye, dicen los parisinos, a 40 kilómetros de distancia.