OPINIÓN

MÉXICO MÁGICO / Catón EN EL NORTE

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Hay una frase que se repite mucho: "A Saltillo la gente llega llorando y se va llorando". Con eso se quiere decir que quienes por razones de trabajo o por cualquier otra circunstancia deben fijar su residencia aquí, vienen de mala gana, como mula manchega que se resiste a ir a donde se le ordena. Pero Saltillo tiene un no sé qué que qué sé yo. (Esa expresión la usaba doña Corín Tellado para explicar la causa de que sus heroínas se enamoraran de un hombre sin aparente encanto). Después de vivir algún tiempo en Saltillo -24 horas, por ejemplo- ya nadie quiere salir de esta ciudad, y el que (otra vez por fuerza, única explicación plausible y posible) tiene que dejarla lo hace derramando lágrimas más caudalosas que las lloradas por Boabdil al abandonar Granada.