OPINIÓN

MÉXICO MÁGICO / Catón EN EL NORTE

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Alguien.

No sé quién.

El Inegi... La Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística... El Seminario de Cultura Mexicana...

No sé quién.

Pero alguien.

Alguien debería publicar un gran libro, un colosal estudio, una monografía de tamaño heroico que dijera más o menos esto:

"... Arteaga es una vasta región del mundo situada entre los meridianos tal y tal y los paralelos tal y tal; longitud fulana; latitud mengana. A tantos más cuantos metros sobre el nivel del mar. (Aquí se diría de cuál mar). 

"Tiene tal número de habitantes, entre los cuales se cuentan don Abundio, que declinó la invitación a beber un vaso de vino caro porque, dijo, después le iba a dar mucha lástima ir a mear, y el loco Toño, que para suicidarse se colgaba por la cintura de un mecate que amarraba en la rama de un álamo, y cuando alguien le preguntaba por qué no se ataba la soga en el pescuezo respondía: "Porque me hogo".

"En Arteaga se producen las mejores manzanas de este mundo. Toda otra manzana -incluida la del Paraíso Terrenal- comparada con una de Arteaga sabe a una mezcla de aserrín, engrudo, masa y migajón de pan. También se dan en Arteaga trigos de muy alta calidad: don Vito dijo una vez que los trigos de Arteaga podían compararse 'con los mejores de la Ucrania'. 

"Arteaga ofrece al visitante paisajes hermosísimos. Hay ateos que con una sola visita a Arteaga se curaron de esa penosa enfermedad del alma, el ateísmo. Algunas partes de Suiza pueden compararse con los parajes arteaguenses, aunque ciertamente pecó de exagerado aquel agente suizo de turismo que para encomiar las bellezas de su país hizo poner en Berna este letrero: "Suiza: la Arteaga de Europa". 

"En Arteaga hay montañas tan altas como el Everest, aunque -debemos aceptarlo- no tan conocidas. Esas montañas son: La Viga, el Pico de Santa Rosa; Las Ánimas, el Coahuilón. Uno de los mayores atractivos de Monterrey es que desde ahí, en los días claros, se pueden ver las montañas de Arteaga.

"Los invitamos a visitar a Arteaga. Los espera la típica y tradicional hospitalidad arteaguense: lleguen después del desayuno; traigan su comida y concluyan la visita antes de la hora de cenar...".

Alguien debería publicar toda esa información. Porque sucede que en cierta ciudad del noroeste del país encontré a uno de mis lectores y sin aviso previo, sin advertencia alguna, me espetó esta pregunta:

-Oiga, don Armando: ese lugar que tanto cita usted en sus columnas, y que alaba tanto, esa Arteaga, ¿realmente existe?

Sentí como si me hubiesen traspasado el corazón con una espada. Apenas acerté a responder con voz temblorosa por la ira:

-Señor mío: pregúnteme usted si existen Venecia, París o Nueva York. Pero, por favor, no me pregunte si existe Arteaga. 

Existe, claro. Con su gente, montañesa y por lo tanto orgullosa de sí misma, individualista; con sus montañas y sus pueblos; con sus huertos de manzanos y sus paisajes maravillosos. Existe Arteaga, claro. Si no existiera Arteaga no existiría una de las mejores partes de este mundo.