OPINIÓN

MÉXICO MÁGICO / Catón EN EL NORTE

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La Cuaresma no es ya lo que era antes. Los días que antes se llamaban "santos" son ahora comunes y corrientes, más corrientes a veces que comunes. El paso inexorable del tiempo, el inexorable cambio de los tiempos, acabaron con las antiguas tradiciones. Antes con el regocijado júbilo del Carnaval se daba el cerrojazo a la alegría profana. Había bailes de disfraces, desfiles de carros alegóricos, combates de flores y cascarones de confeti que se rompían en la cabeza de los desprevenidos. Llegaba el Miércoles de Ceniza y hombres, mujeres, niños acudían a los templos a que el sacerdote les recordara, mediante la imposición de la luctuosa señal en la frente, que polvo somos y al polvo hemos de retornar. Las ciudades, como decía López Velarde hablando de "la Cuaresma opaca", se llenaban de "jesusitos", que tal era el nombre que recibía la señal de ceniza sobre la frente. En los templos las imágenes eran cubiertas con lienzos morados, y en las casas los grandes espejos de la sala, de ornamentados marcos dorados o con forma de dragones se tapaban con grandes, severos lienzos negros. Los creyentes se imponían sacrificios y mortificaciones que duraban los cuarenta días de esta época penitencial.