OPINIÓN

MÉXICO MÁGICO / Catón EN EL NORTE

0 MIN 30 SEG

Icono para compartir en redesIcono para compartir en redesIcono para compartir en redesIcono para compartir en redesIcono para compartir en redes
Muy animada estaba la feria del 6 de agosto en el Saltillo, muy alegre. De todas partes del país habían venido mercaderes y tratantes. En largas recuas de mulas trajeron sus géneros y sus mercaderías: recios hierros forjados de Vizcaya; telas preciosas que al abrirse los cofres en que se contenían dejaban escapar brillos de hilos dorados y de plata; lacas de Michoacán, pintadas con los colores del arco iris; espuelas sonoras de Amozoc; rebozos de Santa María que podían pasarse por un anillo; recios cobijones de Tlaxcala, de trama tan cerrada y urdimbre tan firme que servían para llevar agua sin que una sola gota se filtrara por el tejido. De pueblos y lugares vecinos a Saltillo llegaban los ganaderos y ponían en venta bueyes y caballos, mulas potentes, ovejas y cabras baladoras. Los tlaxcaltecas, hieráticos y silenciosos como esfinges, ofrecían sin decir palabra sus sarapes famosos de Saltillo, riquísima gala que ponía orgullo en su poseedor.