OPINIÓN

MIRADOR / Armando Fuentes Aguirre EN EL NORTE

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El día que el padre Pater falleció se llevó una gran sorpresa: llegó al Cielo. No esperaba verse ahí. Nunca había pecado gravemente, es cierto, pero tenía una culpa que a nadie reveló jamás: no creía en Dios. En algún momento de su vida, sin darse cuenta, se había vuelto ateo.