MIRADOR

Estoy triste.

En Namie Tsushima, Japón, nació un conejito sin orejas.

Ese lugar está a 30 kilómetros de Fukushima. Los expertos suponen que el defecto de la pequeña criatura se debió a la fuga de materiales radiactivos después del terremoto que sacudió a esa ciudad y causó daños a la planta nuclear que ahí funciona.

La naturaleza, lo sabemos bien, jamás perdona las culpas de los hombres. Pero es una pena que el castigo recaiga sobre los inocentes. Yo pienso en ese conejito que no tiene orejas -pobre Dumbo al revés-, y me aflijo por su suerte. Ojalá mamá coneja lo cuide con la misma ternura con que mamá elefanta protegió a su orejudo elefantito en la bella película de Disney, y aparte de él la risa y las burlas de los malos.

Que el amoroso Dios que mira por el gorrión y por la hormiga vele también por este conejito, y le tenga en el Cielo un par de orejas de color de rosa más grandes y lucientes que las aureolas de los santos.

¡Hasta mañana!...

PRESENTE LO TENGO YO

¿Gustas una cervecita?

Decía un viejo dicho:

"Quien nísperos come, y bebe cerveza, y fuma con filtro, y besa a una vieja, ni come, ni bebe, ni fuma, ni besa".

De acuerdo estoy en eso de los nísperos: son como pan de caja, que de tan antiséptico no sabe a nada. De lo del filtro no sé, pues jamás he fumado, y vaya que dicen que las tres mejores cosas de la vida son una copita antes y un cigarrito después. Por lo que se refiere al beso de la mujer añosa tengo mis dudas. Gallina vieja hace buen caldo, enseña un sapientísimo proverbio. A todas horas y a todos años las mujeres tienen delicias que ofrecer. Cosa de saber apreciar.

En lo relativo a la cerveza, nego. Así decían los escolásticos cuando rechazaban de plano un argumento en el curso de una discusión. ¿Quién se atreve a decir que no bebe aquél que bebe cerveza? A quien tal diga no se la dieron bien helada, como me sucedió la primera vez que fui a Madrid. En una tarde agobiante de calor pedí una cerveza, y me la trajeron de marca San Miguel. Le di un anheloso trago pensando que estaría bien helada, y estaba al tiempo la maldita. Así servían en España la cerveza antes de que el turismo impusiera la costumbre de ponerla a helar. No se me olvida aún esa desgracia. La recuerdo todos los 29 de septiembre, día de San Miguel Arcángel.

Yo digo que Dios inventó el calor para que luego los hombres inventaran la cerveza. Con la llegada del calor se aprecian las miríficas virtudes de ese néctar salino, color de oro o de ámbar, que sabe mejor cuando se hiela en hielo y se sirve en alta copa, o caña esbelta, o grueso tarro de cristal, o germánico bock hecho en cerámica y metal.

Yo pertenezco a una asociación llamada Fréres de la Brasserie -diploma tengo de acreditación, y distintivo-, cuya sede está en Bruselas. Pertenecen a esa agrupación quienes son aficionados a la cerveza en todo el mundo. A mí me hicieron socio unos amigos míos de Monterrey. Cada dos meses recibo una revista, y cada año un grueso informe acerca del estado de la industria cervecera en el mundo. Lo mejor para mí del tal informe es el reporte de los catadores. Hacen una evaluación de más de mil 500 marcas de cerveza, y las califican en escala de 0 a 100. Las cervezas que tengan 80 puntos o más son las recomendables.

¿Cómo les fue a las cervezas hechas en México? Los expertos consideraron siete, y todas sacaron buena calificación. Las mejores, a juicio de los catadores, fueron la Carta Blanca y la Negra Modelo, con 86 puntos las dos. Con eso quedaron empatadas las dos grandes empresas cerveceras del país. He aquí las otras cinco marcas, por orden de calificación: Modelo Especial y Pacífico, 84; Dos Equis y Corona Extra, 83; Chihuahua, 81. De las cervezas extranjeras que conocemos más, la Coors obtuvo 86 puntos; la Michelob 85; la Bud Light, la Budweiser y la Heineken 83, y la Miller Lite 81.

-Y dígame, licenciado: ¿cuál es la mejor cerveza del mundo?

Según la asociación, es una cerveza elaborada en Estados Unidos: la Wisconsin Belgian Red. Hecha en una pequeña cervecería, casi doméstica, fue la que obtuvo la máxima calificación: 99 puntos. Lástima que no se consiga aquí, para me invitaras una. O más, porque una no es ninguna.

EL ÚLTIMO DE CATÓN

Meñico fue al baño de vapor y vio ahí a un sujeto que a más de poderosos músculos mostraba en la zona de la bragadura haber sido dotado con prodigalidad espléndida por la Naturaleza. Meñico, en cambio, presentaba en ese rubro el equivalente a un cinco de canela, y mal despachado. Sin poderse contener Meñico va con el lacertoso tipo y sin envidia alguna lo felicita cordialmente. Le dice: "Mire nomás, amigo, que bien le fue a usted en el reparto de entrepierna, y en cambio yo por poco no alcanzo nada". El sujeto lo mira y le pregunta: "Dígame una cosa: ¿le funciona bien?". "Sin fallar nunca -responde con ufanía Meñico-. Jamás me ha hecho quedar mal". Al oír eso el hombre exclama suplicante: "¡Se la cambio!". (En su noche de bodas Meñico dejó caer la bata que lo cubría, ante lo cual su flamante mujercita se echó a llorar desconsoladamente. "No me hagas caso, Meñico -le dice ella-. Bien sabes que a mí cualquier insignificancia me hace soltar el llanto").

MANGANITAS

Por AFA

"... Con un mayor control de la producción dejaremos de ser dependientes de otros países para tener frijol...".

Es agradable esa voz

y buenos esos controles:

es muy feo que otros nos

anden echando frijoles.