OPINIÓN

MISCELÁNEA DE HISTORIAS / Catón EN EL NORTE

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MIRADOR

 

Me habría gustado conocer a los editores de "La codorniz", revista española de humor.

Empezó a publicarse hace justamente 77 años. Entre sus colaboradores estuvieron titanes del humorismo como Jardiel Poncela, Neville, Fernández Flórez, Marqueríe y Mingote.

Su humor puso una nota colorida en la grisura del régimen franquista, pacato y clerical, que miraba la risa con sospecha. Algunos de sus chistes eran ejemplo razonable de la sinrazón: "Deme un boleto a Vigo". "¿De ida y vuelta?". "Nada más de vuelta. No voy".

Sin embargo, la mejor humorada que se relaciona con "La codorniz" es la del huevo. Todavía se cuenta que publicó en su portada el dibujo de un gran huevo con un letrero que decía: "El huevo de Colón". En el siguiente número publicó un dibujo igual: "El otro huevo de Colón". Por desgracia la historia no es cierta: la revista no publicó jamás lo de los famosos huevos.

Me habría gustado conocer a los editores de "La codorniz". Lo mejor que de ellos se cuenta es algo que nunca sucedió.

¡Hasta mañana!...

 

PRESENTE LO TENGO YO

 

Peyton Place, Coah.

 

Este año se cumplen 57 de la muerte de Grace Metalious.

-Y ¿quién es Grace Metalious, licenciado?

-Si usted hubiera hecho esa pregunta en los años sesentas le habrían dicho que estaba out. En este caso la palabra no tiene relación con el beisbol. Estar out significaba estar fuera de actualidad, no conocer la moda en literatura, cine, música, pintura... Quienes la conocían estaban in.

-Agradezco la explicación, licenciado, y estoy seguro de que algún día me será de utilidad. Pero no me dijo usted quién es Grace Metalious.

-A eso voy. En 1954, en un pequeño pueblo norteamericano llamado Gilmanton, New Hampshire, una joven ama de casa escribió una novela. Hay quienes escriben porque les gusta; otros para ganar la vida; algunos más porque están enamorados. (Yo, dicho sea entre paréntesis, escribo por esas tres razones). Grace de Repentigny, sonoro nombre de soltera de Grace Metalious, escribía porque quería vengarse.

Había nacido en Manchester, otro pueblo de New Hampshire, hija de un matrimonio de canadienses de origen francés. Su padre era obrero; su madre hacía labores de limpieza. Grace era, por tanto, una muchacha de condición modesta. Cuando el director de la principal escuela particular de Gilmanton, George Metalious, se enamoró de ella y la desposó, ni la familia del novio ni la buena sociedad del pueblo admitieron a la hija del molinero.

Grace tenía una suprema habilidad: el chisme. Hizo amigas entre gente de su misma condición -peinadoras, dependientas de las tiendas elegantes- y al año de vivir en Gilmanton ya se sabía la vida de todos sus habitantes; conocía al dedillo los ires y venires secretos de los solemnes caballeros y las encopetadas damas que formaban la elite del lugar.

Con ese material escribió su obra. La envió a una editorial regional cuyo sagaz director adivinó que en aquellas páginas escandalosas podía haber provecho. Publicó la novela en 1956, en edición de bolsillo, y le hizo una propaganda estrepitosa: "¡Esta valiente escritora se atreve a destapar la cloaca de una respetable ciudad de Nueva Inglaterra! ¡Adivine usted cuál es! ¡A lo mejor conoce a los protagonistas! O ¡quizá es usted alguno de ellos!".

En tres meses se vendieron 200 mil ejemplares de "Peyton Place", nombre que Grace Metalious dio a su novela. Así disfrazaba el nombre de Gilmanton. Pero eso era lo único que disfrazaba: todos en la ciudad identificaron a quienes aparecían en el libro. Ahí se describían sus adulterios, las aventuras de sus hijas solteras, los vicios de sus jóvenes, los latrocinios de sus banqueros, industriales y ricos comerciantes...

Compré "Peyton Place". Le leí algunos capítulos de la novela -los más escandalosos- a Salvador Flores Guerrero, que en paz goce. El único comentario que hizo Chava cuando acabé la lectura fue éste:

-Saltillo.

(Continuará).

 

 

EL ÚLTIMO DE CATÓN

 

Muy de madrugada sale el lechero de aquella casa. Por la ventana asoma la señora. Traía en las manos una prenda de ropa interior masculina. Le grita al lechero: "-¡Galateo! ¡Se le olvida el envase!".

 

 

MANGANITAS

Por AFA

 

"... Para verse joven un hombre se hizo trasplantar piel de la espalda al rostro...".

 

Me parece cosa rara

y hasta asunto de relajo:

si fue piel de muy abajo

irá a sentarse de cara.