OPINIÓN

MISCELÁNEA DE HISTORIAS / Catón EN EL NORTE

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MIRADOR

 

Un día los colores disputaron.

Cada uno decía que él era el mejor.

El rojo decía que él era él mejor. El azul decía que él era el mejor. El amarillo decía que él era el mejor. Y así todos los demás.

Como ninguno estaba dispuesto a ceder su primacía, acordaron someter la cuestión al mago que está en el arco iris. Y él les dijo:

-Ningún color es mejor que otro. Todos son diferentes, y eso hace que todos sean únicos. Si uno solo faltara la gama de los colores ya no sería igual. Todos son los mejores.

De este relato saco una conclusión: cuando me asalte la insana tentación de suponer que soy mejor que otro, o que otro es mejor que yo, pensaré que los dos somos diferentes, tan diferentes como el rojo y el azul, y tan necesarios como ellos. Pensar así no me hará ser el mejor -¿habrá quién lo sea?- pero sí me hará ser mejor.

¡Hasta mañana!...

 

PRESENTE LO TENGO YO

 

Un trágico amor.

 

Ella era hermosa, inteligente y rica. Y él era apuesto y muy noble galán. Se iban a casar ya cuando el novio, coronel don Juan Espinosa y Gorostiza, recibió orden de salir de la ciudad de México a cumplir un encargo militar.

Un amigo entrañable tenía el coronel, hermano casi suyo, el coronel Arancivia. A él encargó que durante su ausencia visitara la casa de su novia, de modo que estuviese pendiente de lo que ella pudiera requerir y que con su amistoso trato le hiciera menos penosa la ausencia de su prometido.

Cumplió el encargo de su amigo el coronel Arancivia. Asistía a las tertulias en que los padres de la muchacha recibían a sus amistades y las agasajaban. Y fue en una de esas tertulias que el coronel, inadvertidamente y sin otro propósito que hacer enojar a la muchacha con inocente broma, dijo una frase sin importancia alguna, hecha solamente para reír. Dijo que su amigo, el coronel Espinosa, había salido de la ciudad de México por temor a los rebeldes que en ese tiempo amenazaban tomar la capital.

No faltan nunca almas mezquinas que todo lo tuercen y lo envenenan todo, y una de esas personas ruines escuchó aquel gracejo y lo guardó con maligna intención. Cuando llegó Espinosa lo buscó, y con palabras aviesas le comunicó lo que frente a su novia había dicho su amigo, al que tildó de infiel calumniador. Puso aquel, intrigante hiel de celos y cólera en el ánimo del coronel Espinosa, y tales cosas le dijo que éste se sintió ofendido en su honor y buscó a su amigo exigiéndole con duras palabras de violencia una explicación.

Arancivia, que era amigo bueno y caballero, expresó sus disculpas; manifestó lo que era la verdad, que nunca tuvo ánimo de ofensa; puso por testigos del hecho a señores y damas respetables; invocó su vieja amistad. Todo fue en vano: Espinosa estaba loco de ira, y a más de agraviar a su amigo con duras expresiones lo retó a duelo, exigiéndole, si no quería la deshonra, acudir a lo que se llamaba "el campo del honor".

Así forzado, el coronel Arancivia no tuvo más remedio que aceptar. Era diestro espadachín, y al defender su vida de las acometidas ciegas de su rival, en uno de esos ataques Espinosa fue a clavarse en la espada de su antes amigo, que le partió el corazón. Llorando, el coronel Arancivia abrazó el cadáver del desventurado que buscó la muerte cuando apenas su vida comenzaba.

¿Por qué narro esta historia? Porque algo tiene que ver con Saltillo. Juan Espinosa y Gorostiza fue el primer gran amor de Rosario de la Peña, y ella el amor imposible de Manuel Acuña. Desde la muerte de su prometido un sino trágico va a señalar todos los amores de aquella mujer apasionada que amó mucho, pero que no alcanzó nunca la felicidad.

 

EL ÚLTIMO DE CATÓN

 

El señor fue con el médico. Le cuenta: "-Siento dolores en la espalda cada vez que me agacho, bajo las manos casi hasta el suelo, levanto un pie y lo bajo, después levanto el otro y lo bajo también, y luego me enderezo al mismo tiempo que me llevo las manos a la cintura". Le pregunta extrañado el doctor: "-¿Y para qué hace esos movimientos tan extraños?". Contesta el señor: "-Es la única forma que conozco de ponerme los calzones".

 

MANGANITAS

Por AFA

 

" Se contradice el presidente ".

 

 

Si se pagara un impuesto

por esas contradicciones,

México, entre las naciones,

tendría el mayor presupuesto.