OPINIÓN

MISCELÁNEA DE HISTORIAS / Catón EN EL NORTE

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MIRADOR

 

Para creer en Dios no necesito yo mirar el cielo lleno de estrellas. Me basta ver las cajas llenas de fruta en el supermercado.

Esa abundancia y variedad de dones sólo puede venir de una amorosa creación, y todo en la naturaleza nos habla de ese amor.

Yo celebro su espléndida bondad encendiendo en mi casa una velita cada día primero de mes.

Al cumplir ese rito tan sencillo me pongo en contacto con la divinidad y con su providencia, que ve por mí lo mismo que por el gorrión, aunque el gorrión lo merezca más que yo.

¡Hasta mañana!...

 

PRESENTE LO TENGO YO

 

Desde Los Ángeles.

 

Sucedió un día como hoy. Más bien, una madrugada como la de mañana. ¿Qué año sería? El 62, quizá, o el 63. Después de recibir el Año Nuevo en casa fui en busca de la gárrula tropa de amigos con los que compartía sueños y desveladas. Bebimos, cantamos, y alguien nos asestó "El Brindis del Bohemio", de don Guillermo Aguirre y Fierro.

Se fue dispersando poco a poco el grupo. Tal es el destino de los amigos: dispersarse. Quedamos al final Eduardo Arizpe Narro y yo. Eran las 4 ya de la mañana. Decidimos ir a la Alameda. Por la tarde había nevado, y queríamos ver a la Alameda vestida de novia. Perdón por la manida frase, pero es obligatoria. Si alguna vez llega a nevar en Saltillo y nadie dice que la Alameda se vistió de novia, eso será un desastre natural.

Hacía un frío de todos los demonios. Quizá tal expresión sea aplicable sólo al calor, pero la verdad es que hacía un frío de todos los demonios, de 4oó 5 grados bajo cero. Pero llevábamos con nosotros tantos calores -de juventud, de vino bueno, de amistad mejor- que no sentíamos el frío. Caminábamos por uno de los corredores interiores, el que lleva a la biblioteca -la cabra tira al monte-, cuando Eduardo advirtió algo entre la nieve que cubría un jardín. Nos acercamos. Era un hombre joven. Estaba ahí tirado, sin conocimiento. El tufo que despedía su aliento nos dio a saber que era un borracho. La embriaguez lo hizo caer; y no tuvo fuerzas ya para seguir andando.

-Si lo dejamos aquí se va a morir -me dijo Eduardo.

Quitamos la nieve que lo cubría y entre los dos lo levantamos. Sintió el sujeto que alguien lo levantaba, abrió los ojos y dijo estas palabras salvadoras:

-Penquita 201.

Después se olvidó otra vez del mundo, con una santa confianza en la Divina Providencia.

No se me olvida aquella dirección: Penquita 201. Era, evidentemente, la de la casa donde vivía el borrachín. Con él a cuestas subimos por la calle de Obregón. Pesaba el ebrio como sólo un borracho puede pesar. Privado de todo movimiento, iba dejando en la nieve dos largas huellas, las de sus pies al arrastrar. Llegamos a la casa y recargamos en la puerta nuestro fardo. Dijo Eduardo:

-Mañana va a pensar que lo trajeron aquí dos ángeles del cielo.

Entonces el individuo hizo algo extraordinario: abrió los ojos, nos miró con infinita reverencia y se persignó. Luego volvió a dormirse.

Dimos sonoros golpes en la puerta. Una luz se encendió y se escucharon pasos en el zaguán, y palabras que con enojo decía una mujer para llamar a alguien. Ya no esperamos más: ¿quién quiere dar explicaciones a una mujer enojada, a las 5 de la mañana, el primer día del año, con 4 grados de temperatura bajo cero? Nosotros no. Con gran prudencia nos alejamos apresuradamente del lugar.

Yo estoy rodeado de ángeles: me acompaña y va conmigo a todas partes una bellísima cohorte de ángeles disfrazados de todo: de esposa, de nietos e hijos, de perro cocker, de amigos, de personas amadas, de lectores, de gente que no conozco y me saluda o me habla por teléfono para decirme cosas que se me quedan en el alma. Alguna vez, no sé cuándo, vendrá otro ángel y me despertará del sueño. Yo abriré los ojos, le daré una dirección y me volveré a dormir. Y el ángel me llevará a mi casa...

¡Feliz Año Nuevo, y Dios nos bendiga a todos!

A puerta cerrada.

 

EL ÚLTIMO DE CATÓN

 

La mujer de Babalucas, Boborronga, dio a luz un hijo, el tercero. "-Ahí le paramos" -sentenció el papá. "-¿Por qué?" -pregunta Boborronga-. Explica Babalucas: "-Leí que uno de cada cuatro niños que nacen en el mundo es chino, y yo quiero puros hijos mexicanos".

 

MANGANITAS

Por AFA

 

"... Empieza la cuesta de enero...".

 

El mexicano es muy ducho,

y se arma bien de paciencia,

pues sabe por experiencia

que esa cuesta, cuesta mucho.