OPINIÓN

MISCELÁNEA DE HISTORIAS / Catón EN EL NORTE

Icono para compartir en redesIcono para compartir en redesIcono para compartir en redesIcono para compartir en redesIcono para compartir en redes

MIRADOR


Este hombre es escritor. Escribe frente a la ventana, y a través de ella mira pasar las nubes. Las nubes y las palabras del escritor son semejantes: pasan. Eso lo sabe el escritor, pero no le preocupa. Sigue escribiendo igual. No es poca cosa hacer nubes.

    Ahora escribe una frase: "... Bebo en ti el agua del mar...".

    La frase está dedicada a una mujer.

    Ella nunca leerá esa frase. 

    También eso lo sabe el escritor, pero no le preocupa. Sigue escribiendo igual. No es poca cosa escribir para una mujer.   

    El escritor sigue escribiendo, las nubes siguen pasando y la mujer sigue viviendo. Pero todo eso durará un instante. Yo escribo para fijar ese momento. Pero se va también. Por el cielo pasan las nubes como un callado cortejo de maestras que van a dar su clase.

   

    ¡Hasta mañana!...


PRESENTE LO TENGO YO


El zumbido   


Las anécdotas de la Revolución no tienen fin, y son más interesantes las ciertas que las inventadas.

    Febrero de 1915. La ciudad de Monterrey había sido tomada por fuerzas federales. El general Pablo González, que se disponía a lanzar un ataque contra esa importante plaza, envió a una persona como espía a fin de observar al enemigo, calcular sus efectivos y tomar nota de sus posiciones.

    Después de afrontar toda suerte de dificultades logró esa persona llegar a Apodaca. Ahí hizo contacto con el general Maclovio Herrera.

    -Ten mucho cuidado -le dijo éste-. La situación es muy peligrosa en Monterrey. Los federales esperan un ataque, y para ellos todo recién llegado a la ciudad es un espía. No te arriesgues.

    La persona enviada por don Pablo se las arregló para llegar a la ciudad. Se hospedó en el viejo Hotel "Imperial", que se hallaba frente al actual Ancira. Durmió profundamente, quizá por el cansancio de los días anteriores, y a la mañana siguiente bajó a desayunar. Mientras lo hacía notó que dos hombres le dirigían la mirada con insistencia desde otra mesa. Uno de los camareros acudía de continuo a atender a esos parroquianos, de modo que podía escuchar lo que hablaban entre sí.

    La persona enviada como espía notó luego que el mesero le dirigía también la vista, como tratando de advertirle algún peligro. Lo hizo con mayor intensidad cuando los hombres se levantaron y salieron. Terminó y pagó su cuenta. En la puerta del hotel se topó con dos soldados federales.

    -Acompáñenos -le dijo uno-.

    -Con mucho gusto -respondió-. Tan sólo permítanme subir un momento a mi habitación a traer lo que necesito.

    Los soldados, desconfiados, fueron también pero no entraron en el cuarto. Apresuradamente la persona echó tras el ropero algunos papeles comprometedores. Luego se puso a disposición de los soldados, y con ellos fue a dar a la Estación del Nacional. El general Felipe Ángeles inició un detenido interrogatorio, pero nada pudo conseguir.

    -Muy bien -ordenó-. Al paredón.

    De inmediato fue conducida la persona al panteón municipal, y ahí se vio frente al pelotón de fusilamiento.

    -¡Preparen! -ordenó el cabo encargado de la ejecución-. ¡Apunten!

    No dijo ¡Fuego! ya. Con una mirada de burla desató las manos de la persona, que ese mismo día subió a un tren para ir a Chihuahua con otros prisioneros de guerra. De ahí escapó dos meses después. Luego recordaba el momento de su simulada ejecución:

    "... En ese instante se me acabó todo sentimiento de valor, de orgullo. Sentí un zumbido en los oídos, se me revolvió el estómago, y sólo se hizo presente un segundo de horror jamás sentido...".

    Ahora bien. A lo largo de este artículo he usado machaconamente la palabra "persona". Eso se debe a que el espía enviado por don Pablo González, la persona que vivió esta tremenda aventura, no era hombre: era mujer. Se llamaba María de Jesús G. Hinojosa y militaba en el Cuerpo de Ejército de Oriente con el grado de Teniente de Caballería.

    Como se ve, no toda la Revolución fue cosa de hombres.